Viajero
empedernido, viejo rockero, autodidacta, trabajador polifacético (ha sido
camarero, repartidor de propaganda, técnico de sonido...), por tradición
familiar y propio convencimiento, comunista, Javier Álvarez Vázquez trabaja en
la Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO de Madrid. Durante
los últimos años ha ejercido una implacable crítica marxista del presente político
en diversos medios de comunicación y con especial dedicación en las redes
sociales. En
esta entrevista, desmenuza algunos de los asuntos cruciales del momento: la
situación de las izquierdas europeas, el conflicto de la minería española, el
papel de los sindicatos, etc.
1. Empecemos por las buenas noticias. Chávez
reelegido presidente de Venezuela con el 54, 85% de los votos y una participación
del 81 % de la población censada. ¿Cómo es posible que el “socialismo del siglo
XXI” continúe su rumbo victorioso, a pesar de enfrentarse a una “coalición
interna y externa” de tamaño poder ideológico y económico? ¿Larga vida al
proyecto bolivariano?
Sin duda, la
gran victoria de Chávez es una noticia maravillosa, sobre todo por la forma en
que se ha logrado: alta participación, sin incidentes reseñables,
reconocimiento de los resultados por la oposición, una ventaja de 11 puntos
sobre el bloque contrarrevolucionario, con Chávez batiendo su propio récord de
votos sumando más de 8 millones, etc.
Las razones
de la victoria son las políticas sociales y económicas desarrolladas sobre todo
a partir de la derrota del golpismo opositor hace 10 años (misiones sociales,
control definitivo del PDVSA, nacionalización de sectores estratégicos, etc.)
que han llevado a Venezuela a uno de los mayores crecimientos entre los
diferentes estados del mundo, todo ello dentro de la mayor definición del
proyecto bolivariano por su orientación al socialismo. Es decir, que para
cumplir sus metas de soberanía nacional, desarrollo económico y social e
integración continental, éstas solo pueden ser logradas con la superación del
capitalismo.
Como digo,
el éxito de tales políticas en el nivel y las condiciones de vida para una
mayoría de la población venezolana que estaba absolutamente empobrecida en la
anterior IV República, ha hecho que la revolución tenga una amplia base social
(formada por: trabajadores, pobres urbanos, campesinos, e incluso sectores
empresariales) y además haya ido creando una hegemonía discursiva que ha tenido
como resultado que la propia oposición tenga que jugar en ese mismo discurso.
Dicho todo
esto, hay que dejar claro que Venezuela sigue siendo un estado capitalista, ya
que gran parte de los más importantes medios de producción (y de comunicación)
siguen en manos privadas o burguesas. Ahí tenemos una explicación de por qué
(junto a errores de la propia revolución) la oposición sigue teniendo unos
importantísimos apoyos sociales (incluso en sectores populares). Y es que, si
de alguna manera podemos definir el proceso bolivariano, es por una especie de “doble
poder” o “equilibrio de fuerzas”. Es decir, el bloque socialista chavista ha
ocupado partes importantes o espacios de la sociedad, la economía y el Estado,
pero el bloque opositor contrarrevolucionario capitalista también sigue
manteniendo una buena parte de estos mismos espacios. Esto es debido, en buena
medida, a que el proceso venezolano no es una revolución clásica (como por
ejemplo, la cubana) sino que recorre las vías pacíficas y democráticas (como el
Chile de Allende, con la diferencia clave de que en Venezuela se controla el Ejército).
Y aquí
llegamos a la respuesta sobre el futuro de la revolución. Yo creo que en el próximo
sexenio presidencial hay 2 claves fundamentales: 1) Preparar el relevo de Chávez,
en donde lo ideal, aunque es una persona la que al final encarna la
Presidencia, es que ese relevo sea de un liderazgo colectivo; 2) Profundizar la revolución, no sólo
con más eficiencia en lo conseguido (que es lo que van a intentar los sectores
reformistas del bloque bolivariano chavista sin ir más allá), que también, y
desarrollar las fuerzas productivas rompiendo de una vez con el rentismo
petrolero, que también, sino en ir más allá, con más nacionalizaciones y con un
empoderamiento de los trabajadores, precisamente como condición de la
eficiencia y del desarrollo de las fuerzas productivas.
Todo ello,
unido a un escenario internacional muy movido, que es una variable clave (por
su potencial petrolero-gasístico y de otros recursos, mas la propia tradición
histórica venezolana desde la que se parte en el propio proceso actual –Bolívar
y lo que era en aquellos momentos la Capitanía General de Venezuela, como punto
de arranque de las emancipaciones del imperio español y la creación de los
actuales estados-nación iberoamericanos, y al mismo tiempo el fracaso de aquel
proyecto bolivariano primigenio de unidad continental que ahora se quiere
recuperar-) en una revolución como la bolivariana en donde lo nacional está
enlazado con sus propósitos (como su propio nombre indica, bolivariana) de una federación o confederación iberoamericana de
estados.
2. Habemus huelga general. ¿En el dramático
panorama en que nos encontramos, de recortes sociales, de mayor empobrecimiento
(la renta de los trabajadores ha caído un 4,5%, mientras que las ganancias
empresariales han aumentado un
10%), de menor protección social, con un paro de casi seis millones de
personas, toma un carácter especial esta huelga? Como sindicalista, explícanos
por qué crees que debemos secundarla.
Para
empezar, debo decir que esta huelga general del 14N es un paso cualitativo de
enorme trascendencia por ser internacional; y más concretamente entre las
naciones periféricas del proyecto imperialista alemán, conocido como la UE:
Portugal, Grecia, España, Italia, Chipre y Malta. Los pueblos trabajadores de
estos estados vamos a estar juntos en una huelga general contra las políticas
de “acumulación por desposesión” que impone el IV Reich con la complacencia y
la colaboración de las burguesías de estas naciones, aquí en España a través
del PPSOE y los otros partidos del régimen, como UPyD, PNV, CIU, etc.
En el caso
de España, tenemos el dato histórico de que en un año se produzcan dos huelgas
generales y que las dos tengan lugar, por primera vez, en una misma
legislatura. Por otro lado, se ha trabajado por parte de los dos grandes sindicatos
de clase (y en particular CCOO) para que en esta huelga se de la mayor unidad
posible, tanto a nivel nacional como con otros sindicatos, movimientos,
colectivos y organizaciones sociales en la Cumbre Social, como con los
sindicatos de la función pública en la Plataforma Sindical y de Asociaciones
Profesionales de Empleados y Empleadas Públicos, así como la petición de un
Referéndum sobre los recortes (hay que recordar que la simple posibilidad de
que hubiera un referéndum en Grecia supuso el fin de Papandreu y la entrada
directa de la Troika a través de un gobierno de técnicos y de concentración
nacional). Por desgracia, el amarillismo del CSIF y el provincianismo
reaccionario de LAB y ELA, les hace descolgarse y ser esquiroles frente a otros
sindicatos corporativistas y nacionalistas que sí apoyarán la huelga. A nivel
internacional, los dos grandes sindicatos de clase (y en particular CCOO) también
han buscado la mayor unidad posible, logrando que llegue a ser Ibérica y
Mediterránea la próxima huelga general, incluso con manifestaciones ese mismo día
hasta en la propia Alemania.
Las razones
de la huelga son más que claras: la profundización de los recortes y las
contrarreformas que empezó el PSOE y que continúa a toda máquina el PP, las
cuales están llevando a recomponer los beneficios del capital y el pago de la
deuda de éste mismo, a costa de la clase trabajadora española y de la ciudadanía
en general, además de amplios sectores de autónomos y PYMES. Todo ello con la
posibilidad de que de aquí a unos años se pueda salir de la crisis pero con un
modelo de acumulación que no sería el chino, como muchas voces en la izquierda
se dice, sino el de la Cuba de Batista (ejemplo, Eurovegas de Sheldon Adelson),
es decir, un capitalismo de putas y casinos.
Para concluir,
me gustaría hacer una reflexión sobre el sindicalismo frente al izquierdismo
infantil y otras malas hierbas. Lo he dicho mil veces: los sindicatos sólo pueden ser reformistas (o
tradeunionistas que decía Lenin, e incluso Rosa Luxemburgo). Es decir: intentar
conseguir el máximo de precio para la fuerza de trabajo dentro del capitalismo
(salario directo, por un lado, y salario socializado a través del Estado, por
el otro, que es el compuesto por el llamado salario indirecto o los servicios públicos-
como la sanidad y la educación entre otros -y el salario diferido, que es el
compuesto por las pensiones o el pago de desempleo entre otros). Y siempre
tenderán a la negociación y el pacto aunque intenten llegar a ese pacto con
mucha fuerza gracias a la movilización. Tal es la diferencia real: ser más o menos combativos -lo cual
también depende del contexto económico, la predisposición o no al pacto de la
contraparte, ya sea el capital o el Estado, etc.- porque un sindicato nunca será revolucionario; eso es una
utopía anarcosindicalista. Lo que sí es cierto es que con el capitalismo
realmente existente -neoliberal o de acumulación por desposesión- ese
reformismo o tradeunionismo “innato” de los sindicatos, que no se puede plasmar
en ningún logro real en la situación actual, se ha de volver (se está
volviendo) cada vez más combativo (y encima sin conseguir contraprestación del
otro lado) y eso abre oportunidades políticas para un partido político con
perspectivas revolucionarias (¿pero el PCE o IU están en esas perspectivas?).
“Los sindicatos sólo pueden ser
reformistas. Lo que sí es cierto es que con
el capitalismo neoliberal o de acumulación por desposesión ese reformismo se ha
de volver (se está volviendo) cada vez más combativo”
Otra
cosa más es la importancia de un sindicalismo de clase fuerte (y cuyo radio de acción sea todo el Estado y no una
parte de éste, como pasa con los sindicatos nacionalistas que dividen a la
clase obrera en función de particularismos identitarios -un ejemplo de ello
claro son LAB y ELA-. Y qué decir de los sindicatos corporativistas que dividen
a la clase obrera por particularismos gremiales o de grupos de trabajadores
frente a otros -un ejemplo claro:
el CSIF-), ya que aunque como he dicho no pueden ser más que
tradeunionistas o reformistas, estas organizaciones hacen una labor de formación de clase (“clase para sí”) en
cuanto empiezan a crear una identidad común de aquellos que venden su fuerza de
trabajo (trabajadores tanto del sector privado como público -Rolando Astarita
explica muy bien por qué los empleados públicos son también parte de la clase
obrera-) frente a aquellos que se la compran (los propietarios de los medios de
producción y sus servidores -directivos, gerentes o los altos directivos y los
políticos de la burguesía en el sector público-), que además son capaces de
movilizar a millones de personas (y no sólo
a trabajadores) en huelgas y manifestaciones (en España hay muy pocos más
que lo puedan hacer a ese nivel). Es cierto que todo esto sería una conciencia
de clase primaria o economicista, insuficiente para ir más allá del
capitalismo, pero es desde la que se ha de partir para, en momentos como el
actual, politizarla y elevarla en dirección al socialismo desde un partido político
con perspectivas revolucionarias (¿pero el PCE o IU están en esas
perspectivas?).
3. Miremos ahora hacia el resto de Europa.
Cada día parece constatarse de forma más evidente el error que supuso la
entrada en Maastricht. ¿Cuál es el panorama que nos encontramos en los países
del Sur de Europa? ¿Hay
motivos para la “esperanza”?
El panorama
en el sur de Europa es desolador y no
hay motivos para la esperanza dentro del capitalismo realmente existente de la
Unión Europea.
Tampoco hay
posibilidad de una UE reformada con un capitalismo “chupiguay” a lo keynesiano
/ socialdemócrata. Esto es hoy totalmente imposible. Por otro lado, también sé
que dentro de la izquierda hay opiniones importantes sobre la posibilidad de
transformar radicalmente la arquitectura de la UE a partir de una rebelión de
los pueblos sur-europeos, que cree inestabilidad dentro de estos países y
enfrentamientos entre las burguesías de estos y la alemana (y la próxima huelga
puede ser vista como un paso hacia ello), al mismo tiempo que concite la
solidaridad de los trabajadores norte-europeos frente a sus burguesías,
llegando a la misma Alemania. Esto es lo que podríamos llamar una salida
revolucionaria dentro del Euro y de la UE, pero creo que esto es harto
complicado, por no decir casi imposible, por diversos motivos.
En mi opinión,
lo que deberíamos intentar es la ruptura del Euro y el impago de la deuda (y
por lo tanto la destrucción de la UE) desde abajo y en dirección a superar el
capitalismo (es decir, a construir el socialismo). Desde abajo, quiero decir,
desde la fuerza de las clases trabajadoras y aliadas de todos los estados-nación
sur-europeos, que formarían una alianza férrea entre los mismos. Pero eso
implica una mayor colaboración de las fuerzas sociales, sindicales y políticas
que de verdad estén por esa labor (y
esta Huelga del 14N puede ser un paso en ese camino). Porque de no ser así los
escenarios que se vislumbran serían: 1) Seguir como ahora, que es la primera
opción de nuestras burguesías (periféricas y centrales); 2) Si la cosa se pone
muy mal por el conflicto abierto intra e inter-estados y con las clases
dominantes aún en posición de fuerza, se pondría sobre la mesa una salida de
ruptura del Euro y de impago de la deuda por arriba y por lo tanto de destrucción
de la UE (el plan B y de excepción de nuestras burguesías), es decir, una
salida chauvinista –fascistoide.
“El conflicto minero supuso un
antes y un después en el nivel de conflictividad social y de concienciación en
España”
4 .El comienzo del verano resultó más cálido
y agitado de lo esperado con las
protestas mineras. ¿Cómo lo viviste desde la capital?
Permíteme
decirte que el conflicto minero supuso un antes y un después en el nivel de
conflictividad social y de concienciación en España. Creo que marcó un momento
cumbre en la acumulación de fuerzas frente al ataque continuo al que estamos
siendo sometidos.
En la guerra
de posiciones en la que ahora estamos, los símbolos son muy importantes de cara
a aglutinar a las diversas fracciones en las que está dividida la clase
trabajadora y otros sectores de la ciudadanía. Sin duda esos cascos con sus
luces encendidas que recorrieron la noche veraniega de Madrid acompañados por
cientos de miles de personas, o esas imágenes de lucha casi guerrillera frente
a los antidisturbios en los montes o en las carreteras, forman parte de esa
simbología y actos aglutinadores y potenciadores en ese largo y duro proceso de
acumulación de fuerzas o guerra de posiciones en el que estamos metidos. En esa
misma línea, también podemos meter los carritos del supermercado de Sánchez
Gordillo, o el Rodea el Congreso del 25S, o las diferentes Mareas movilizadoras
(Sanidad, Educación, Justicia, Servicios Sociales) que deben ahora confluir en
el 14N y más allá.
5. El PCE tiene una dilatada trayectoria histórica
de luchas políticas. ¿Siguen teniendo sentido
a día de hoy las aspiraciones que motivaron esas luchas? ¿Y el concepto de
comunismo?
Como decía
Federico Engels en el prólogo a la edición alemana de El Manifiesto del Partido Comunista, de 1890: «En
1847, el “socialismo” designaba un movimiento burgués, el “comunismo” un
movimiento obrero. El socialismo era, a lo menos en el continente, una doctrina
presentable en los salones; el comunismo, todo lo contrario. Y como en nosotros
era ya firme entonces la convicción, de que “la emancipación de los
trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase obrera”, no podíamos dudar
en la elección de nombre. Más tarde, no se nos pasó nunca por la cabeza el
modificarlo».
Yo soy comunista en el sentido que lo definían
Marx y Engels: "El movimiento
[agrego yo: racional- universalista, porque pretende eliminar todo
particularismo de grupo, ya sea de clase, raza, nacionalidad, sexo, etc.] real que anula y supera el estado de cosas
actual ", es decir, el capitalismo. Pero el capitalismo no es igual
ahora que hace 150 años, ni es igual el capitalismo español que el sueco o el
yanqui o el venezolano o....
Con lo cual
ahí hay que hacer "el análisis concreto del hecho concreto", que decía
Lenin. Por lo tanto puedo decir que soy muy leninista pero no entendiendo eso
de manera talmúdica o dogmática, sino -al igual que Lenin- tomando el marxismo
como una guía para la acción (con lo que, como ha ocurrido históricamente,
hemos contado con marxismos en
plural: marxismo soviético,
marxismo chino, etc.). También tomo de Lenin, y aún más de Stalin (y de
Mao, y de Fidel, etc.) que la revolución mundial comunista no se hace en todo
el mundo a la vez, sino desde los "eslabones débiles" o desde unas
partes concretas sobre el resto; y cuando se afianza en estas, quizás se puede
extender (de una manera u otra) al resto del mundo (cosa muy complicada, y
parece que los "socialismos reales" o el "comunismo
realizado" indican que esa expansión tiene lugar básicamente en su "área
histórico-cultural de difusión" -ver la URSS o China-, sin que esto no
signifique que no influyan en otras partes del mundo de una u otra manera).
Por otra parte también recojo de Stalin (y de Mao, y de Fidel, etc.) su visión
nacional del socialismo/comunismo y por lo tanto creo que "El movimiento
real que anula y supera el estado de cosas actual" es más bien un conjunto
de “movimientos”. Es decir: diversas revoluciones que se suceden en esos
eslabones débiles y que dan lugar a comunismos
(con cierta coloración de liberación/refundación/resurgimiento nacional y con
posibilidad de enfrentarse entre sí, como demostró el conflicto chino-soviético);
tal como ocurrió en la extinta URSS, la actual China y quizás pueda suceder en
un posible comunismo iberoamericano o hispano a partir de lo que está pasando
en Venezuela, Cuba y el resto de países aliados, además de lo que pueda
desarrollarse en Portugal y España. Eso sí, ese posible nuevo comunismo o
comunismo "al hispánico modo" (y más en el presente de la
"globalización") tendrá que darse a nivel continental o
supranacional, como una Federación o Confederación de Estados (recordemos que
China ya es un continente en sí mismo y que la URSS, y más con su bloque, también
lo fue).
Por último, para mí, ese movimiento racional- universalista que anula y supera
el estado de cosas actual, el comunismo,
es indefinido, es decir, no tiene un fin
predeterminado en donde se unificará el mundo en un solo Estado que llegará
a extinguirse, volviendo entonces a las raíces de un supuesto comunismo
primitivo (pero incorporando los adelantos de las fuerzas productivas
desarrolladas in media res) y abandonando por fin la prehistoria para comenzar
así la historia verdadera. Para mí, la historia comenzó hace mucho tiempo y
seguirá hasta que nos caiga un meteorito o algo así, con todo lo que ello
supone de conflictos de todo tipo, tanto de clases (quizás en un Estado
comunista, no de clases económicas en el sentido del capitalismo, pero sí de
otro tipo) como de estados (y no solo frente a los estados capitalistas que
continúen, sino frente a otros estados socialistas/comunistas como ejemplificó
-repito un vez más- el conflicto chino-soviético).
Tremenda
paradoja (o quizás no tanto) de los comunistas en España en el momento
presente: somos “conservadores” (queremos conservar los derechos sociales y
laborales de los trabajadores y la ciudadanía en general) pero para ello parece
cada vez más claro que habrá que ser revolucionarios (tomar el poder del Estado
-y no será en una alfombra roja, sino en un proceso largo de guerra de posiciones, es decir, de
acumular fuerzas, y de guerra de
maniobra, es decir, de golpe final, que es muy posible que tenga que ser
violento de una u otra manera- y reorganizar sus aparatos, poderes y ramas para
ponerlos al servicio de la clase trabajadora y la ciudadanía en general. Hacer
nacionalizaciones en medios de producción estratégicos, planificación, cambio
radical de nuestra inserción en la arena internacional, etc.). Pero bueno, ya
conocéis una de las grandes consignas de Lenin y los bolcheviques: "paz,
pan y tierra".
En mi opinión,
el PCE, para ir aglutinando a su alrededor un bloque social que vaya acumulando
fuerzas y luchando por conseguir la hegemonía -guerra de posiciones- de cara a tomar el poder del Estado -guerra de maniobra-, con el objetivo de
reorganizarlo revolucionariamente hacia el socialismo y al servicio de los
trabajadores y otras clases aliadas a estos (autónomos -pequeña burguesía- y
PYMES - burguesía pequeña y media-), debe construir un proyecto de Nación (de
la nación española) o un patriotismo de nuevo cuño frente al nacionalismo de la
burguesía representada por el PP o UPyD, por un lado, o al nacionalismo de las
burguesías catalana y vasca representadas por CIU y ERC, o PNV y EH Bildu,
respectivamente. De una patria española, obrera y comunista, dispuesta a
universalizar su revolución (con quien se pueda y hasta donde se pueda). Y para
ello debería asumir de una manera crítica, dialéctica y materialista la
historia de España, además de partir de ejemplos como los de la propia tradición
del PCE en la guerra civil (desde la perspectiva del comunismo español, fue
nuestra "gran guerra patriótica") y los años inmediatamente
posteriores a la misma.
Concluyamos la entrevista con estas
certeras palabras de Marx y Engels:
"A los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria,
la nacionalidad. Los
trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. Puesto
que el proletariado debe conquistar primero el poder político, antes de
elevarse hasta constituir la primera clase nacional, constituyéndose a sí mismo
como nación, resulta evidente que también en él reside un sentido nacional,
aunque esa concepción no coincide, ni mucho menos, con la que tiene la burguesía".
Manifiesto del Partido Comunista (1848).
Carlos Marx
y Federico Engels
Y es que, en
efecto, los comunistas no “tienen” patria, sino que la “hacen”, la “construyen”.
Gracias, Javier.