ENTREVISTA A JUAN PABLO MATEO TOMÉ
10/12/12
Juan Pablo Mateo Tomé es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid y doctorado en el dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense. Ha realizado varias estancias de investigación en México, país donde llevó a cabo su tesis doctoral sobre la dinámica de acumulación y la tasa de ganancia. Actualmente se encuentra en la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, donde investiga la economía brasileña desde una perspectiva marxista, centrándose en aspectos del cambio técnico, el crecimiento y la inserción financiera.
Es coautor de las obras Ajuste y salario. Las consecuencias del neoliberalismo en América Latina y Estados Unidos (Madrid: Fondo de Cultura Económica) y Las finanzas y la crisis del euro. Colapso de la eurozona (Madrid: Editorial Popular). Además, ha coordinado con otros destacados colegas Otra teoría económica es posible. Ensayos críticos de economía política (Madrid: Editorial Popular) y Globalización, dependencia y crisis económica. Análisis heterodoxos desde la Economía del Desarrollo (Málaga: CEDMA).
En pocos meses verán la luz otros tres libros de los que ha participado en su elaboración; como coautor, ¿Alternativas al neoliberalismo en América Latina? Las políticas económicas en Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela (Madrid: Fondo de Cultura Económica); en calidad de coordinador de una obra cuyo probable título será El Capitalismo en recesión. La crisis en el centro y la periferia de la economía mundial (Madrid: Maia); y finalmente participa en una obra colectiva que publicará El Viejo Topo sobre la crisis del euro.
“No existe una contraposición entre
neoliberalismo y el Estado: el Estado crea el mercado y establece las
condiciones pertinentes para la acumulación capitalista”
-La orientación marxista de tus análisis económicos, diametralmente opuesta a la de un economista oficial del “establishment” (neoclásico, shumpeteriano, neokeynesiano, etc.), es de sobra conocida. ¿Cómo repercute en tu vida profesional esta situación antagónica? Por otro lado, ¿qué valoración te merece la labor crítica de difusión de economistas españoles muy conocidos durante estos últimos años como Juan Torres López, Vincenç Navarro o Alberto Garzón?
La ciencia económica está absolutamente dominada por el enfoque ortodoxo, el que defiende el sistema capitalista y resulta funcional a los intereses del capital. No es una cuestión de pugna teórica en el que el devenir histórico va forjando un análisis progresivamente más robusto y científico. El conflicto de clases está muy presente en la “academia”, lo que ocurre es que en España el subdesarrollo relativo de los enfoques críticos, y particularmente de Marx, es alarmante.
El desarrollo profesional de un economista crítico con este orden socioeconómico cada vez es más difícil. Por hacer un paralelismo, digamos que unos van en coche y reciben un arbitraje benigno, y otros vamos en burro, y por si acaso coge velocidad, el pobre es zancadilleado permanentemente. Así, el acceso a proyectos de investigación es muy difícil, ya que uno juega con el objetivo de no descender de categoría, se le cierran las puertas de muchas revistas que no admiten enfoques críticos; la evaluación de los méritos curriculares por parte de las agencias correspondientes, de ámbito regional o estatal, es un alegato a la prepotencia de los liberales, que uno debe soportar estoicamente, recibiendo calificaciones denigrantes, y un largo etcétera, aunque nada de esto trascienda fuera de este ámbito “académico”.
Pese a todo, en los últimos años he tenido el enorme placer de coincidir en el programa de doctorado del dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid con una serie de compañeros de economía crítica, lo que ha dado lugar a diversas publicaciones y congresos. Parece haber una nueva hornada de jóvenes investigadores, que no obstante deben hacer frente a la brutal ofensiva de recortes por parte del gobierno.
En cuanto a los economistas que mencionas, han desarrollado un esfuerzo titánico de difusión muy valorable, y afortunadamente han logrado un espacio dentro de la economía crítica. No obstante, fijémonos que estos autores, a quienes tengo gran estima y, en el caso de Alberto, me une una amistad personal, no mantienen posturas económicas anticapitalistas (excepto Alberto, pero en el terreno político), sino posiciones reformistas que, en cualquier caso, son muy revolucionarias en los momentos actuales. Aludo en cualquier caso a un elemento para el debate que está en el centro de sus diagnósticos, y en general para las izquierdas. La perspectiva keynesiana que adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía. En el fondo, llegamos a la sempiterna ilusión de la confluencia de intereses antagónicos, lo que supone un elemento a debatir entre las izquierdas.
La ciencia económica está absolutamente dominada por el enfoque ortodoxo, el que defiende el sistema capitalista y resulta funcional a los intereses del capital. No es una cuestión de pugna teórica en el que el devenir histórico va forjando un análisis progresivamente más robusto y científico. El conflicto de clases está muy presente en la “academia”, lo que ocurre es que en España el subdesarrollo relativo de los enfoques críticos, y particularmente de Marx, es alarmante.
El desarrollo profesional de un economista crítico con este orden socioeconómico cada vez es más difícil. Por hacer un paralelismo, digamos que unos van en coche y reciben un arbitraje benigno, y otros vamos en burro, y por si acaso coge velocidad, el pobre es zancadilleado permanentemente. Así, el acceso a proyectos de investigación es muy difícil, ya que uno juega con el objetivo de no descender de categoría, se le cierran las puertas de muchas revistas que no admiten enfoques críticos; la evaluación de los méritos curriculares por parte de las agencias correspondientes, de ámbito regional o estatal, es un alegato a la prepotencia de los liberales, que uno debe soportar estoicamente, recibiendo calificaciones denigrantes, y un largo etcétera, aunque nada de esto trascienda fuera de este ámbito “académico”.
Pese a todo, en los últimos años he tenido el enorme placer de coincidir en el programa de doctorado del dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid con una serie de compañeros de economía crítica, lo que ha dado lugar a diversas publicaciones y congresos. Parece haber una nueva hornada de jóvenes investigadores, que no obstante deben hacer frente a la brutal ofensiva de recortes por parte del gobierno.
En cuanto a los economistas que mencionas, han desarrollado un esfuerzo titánico de difusión muy valorable, y afortunadamente han logrado un espacio dentro de la economía crítica. No obstante, fijémonos que estos autores, a quienes tengo gran estima y, en el caso de Alberto, me une una amistad personal, no mantienen posturas económicas anticapitalistas (excepto Alberto, pero en el terreno político), sino posiciones reformistas que, en cualquier caso, son muy revolucionarias en los momentos actuales. Aludo en cualquier caso a un elemento para el debate que está en el centro de sus diagnósticos, y en general para las izquierdas. La perspectiva keynesiana que adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía. En el fondo, llegamos a la sempiterna ilusión de la confluencia de intereses antagónicos, lo que supone un elemento a debatir entre las izquierdas.
“La perspectiva keynesiana que muchos economistas
“críticos” adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una
demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de
bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello,
plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero
lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que
eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo
creía”
-Durante los últimos cuarenta años las mutaciones de la
economía política mundial apuntan a diversos factores: derrumbe de la URSS, desaparición
del patrón oro, “liberalización” del comercio y las finanzas internacionales
(Consenso de Washington, OMC, etc.), procesos de “financiarización” de la
Economía Mundial, globalización (no obstante, parcial) de las tecnologías de la
información y la comunicación, entrada de China en la OMC, crisis de los
“dragones asiáticos”, etc. ¿Cómo han afectado todas esas circunstancias a la
economía sudamericana? ¿Cuál ha sido la influencia del FMI y el Banco Mundial
en la llamada década perdida de esta región?
América
latina, tras la crisis de la década de los ochenta, inició una profunda
restructuración económica mediante la implementación de los conocidos como
“programas de ajuste estructural”, bajo la condicionalidad impuesta por las
instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario
Internacional). Después de un intento industrializador, lo que fue la expresión
periférica del modelo de acumulación nacional de la etapa de Bretton Woods en
las economías avanzadas, la (neo)liberalización económica se lleva a cabo a
partir de una crisis en un contexto de amplias reconfiguraciones en el
capitalismo mundial.
En los
ochenta el giro neoliberal que impulsa Estados Unidos, ya iniciado con los
gobiernos demócratas en los setenta y profundizado con la Admón Reagan en los
ochenta, tuvo como consecuencia una recomposición económica y política a nivel
mundial decisiva. La liberalización financiera y el alza de los tipos de
interés permitieron atraer a EEUU gran parte de los capitales mundiales, lo que
debilitó a los competidores europeo y nipón, desencadenó la crisis de la deuda
externa en el mundo en desarrollo, incluidas algunas economías socialistas, lo
que a su vez acabó con el proyecto del nuevo orden económico internacional.
Para disciplinar a la periferia el BM y el FMI tuvieron un papel verdaderamente
ejemplar, que permitió además, junto a las transformaciones tecnológicas, la
externalización de ciertas partes del proceso productivo de las economías
centrales en las que los trabajadores habían logrado importantes conquistas
salariales. En este sentido, otro elemento fue la ofensiva contra las
conquistas del trabajo logradas en las décadas anteriores. Por tanto, la
introducción del neoliberalismo en América Latina se enmarca en este giro por
el que Estados Unidos reafirma su hegemonía, y en el que la recomposición de
las condiciones de valorización del capital se despliega en la economía mundial
a partir de una presión sobre el modelo socialdemócrata, la periferia, los
trabajadores y que, por extensión, acaba debilitando a las URSS.
El paquete
neoliberal en la región latinoamericana ha beneficiado en primer lugar al
capital, y así, en gran parte al de EE.UU. Las privatizaciones abrieron nuevos
ámbitos de obtención de rentabilidad, las depreciaciones de los ochenta
abarataron las importaciones para las empresas de las economías desarrolladas,
así como la liberalización comercial, mientras que las reformas laborales
(junto a las privatizaciones), facilitaron el ajuste salarial. Finalmente, y
muy importante: la liberalización de los movimientos de capital permitió a
EE.UU. acceder a nuevos fondos con los que financiar el déficit, que a la vez
presionaría a la baja a sus tipos de interés y reafirmaría el papel del dólar
en la escena mundial. Los ochenta fueron una década perdida para los
trabajadores, pero no para el capital, ya que la prioridad de los países era
acumular superávit comerciales para el pago de una deuda externa en gran parte
ilegítima para quienes la estaban pagando.
Luego, en
los noventa, una vez estabilizadas estas economías, la fijación de tipos de
cambio fijo permitió que retornaran muchos capitales, si bien eran de corto
plazo. Fueron atraídos por privatizaciones e inversiones especulativas, y con
la garantía de poder ser repatriados, garantizando los gobiernos su
convertibilidad en dólares. De esta forma América Latina pasó a reciclar
capitales en busca de rentabilidad, al precio de crecientes déficit por cuenta
corriente, por el auge de las importaciones y el pago de rentas de la
inversión, financiadas con estos capitales “golondrina”. El resultado, una
serie de crisis económicas, Venezuela en 1994, México en 1995, Brasil en 1999, Argentina
en 2001-02, etc.
Posteriormente,
América Latina inicia una fase de crecimiento pero con gran vulnerabilidad. A
partir de las experiencias de las crisis de los “dragones asiáticos”, debe
acumular muchas reservas, originando así un fabuloso movimiento de capitales de
la periferia a Wall Street, y el crecimiento se basa en el auge del precio y la
demanda de productos básicos de exportación, en gran parte por la demanda
asiática (China), con una cierta desindustrialización que no obstante permite
mantener niveles reducidos de inversión para lograr cierto crecimiento
económico.
“Venezuela ha incrementado la dependencia
del ingreso petrolero, sólo que afortunadamente ahora se canaliza en un gasto
que beneficia a gran parte de la población”
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DESDE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
ENTREVISTA A JUAN PABLO MATEO TOMÉ
Juan Pablo
Mateo Tomé es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid y
doctorado en el dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense. Ha realizado varias estancias de investigación en
México, país donde llevó a cabo su tesis doctoral sobre la dinámica de acumulación
y la tasa de ganancia. Actualmente se encuentra en la Universidad Federal Fluminense
de Río de Janeiro, donde investiga la economía brasileña desde una perspectiva
marxista, centrándose en aspectos del cambio técnico, el crecimiento y la inserción
financiera.
Es coautor de
las obras Ajuste y salario. Las consecuencias del neoliberalismo en América
Latina y Estados Unidos
(Madrid: Fondo de Cultura Económica) y Las finanzas y la crisis del euro. Colapso de la eurozona (Madrid: Editorial Popular). Además, ha coordinado con otros destacados
colegas Otra teoría económica es posible.
Ensayos críticos de economía política
(Madrid: Editorial Popular) y Globalización, dependencia y
crisis económica. Análisis heterodoxos desde la Economía del Desarrollo (Málaga: CEDMA).
En pocos
meses verán la luz otros tres libros de los que ha participado en su
elaboración; como coautor, ¿Alternativas
al neoliberalismo en América Latina? Las políticas económicas en Bolivia,
Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela (Madrid: Fondo de Cultura Económica); en
calidad de coordinador de una obra cuyo probable título será El Capitalismo en recesión. La crisis en el
centro y la periferia de la economía mundial (Madrid: Maia); y finalmente participa
en una obra colectiva que publicará El Viejo Topo sobre la crisis del euro.
“No existe una contraposición entre
neoliberalismo y el Estado: el Estado crea el mercado y establece las
condiciones pertinentes para la acumulación capitalista”
-La orientación marxista de tus análisis económicos, diametralmente opuesta a la de un economista oficial del “establishment” (neoclásico, shumpeteriano, neokeynesiano, etc.), es de sobra conocida. ¿Cómo repercute en tu vida profesional esta situación antagónica? Por otro lado, ¿qué valoración te merece la labor crítica de difusión de economistas españoles muy conocidos durante estos últimos años como Juan Torres López, Vincenç Navarro o Alberto Garzón?
La ciencia económica está absolutamente dominada por el enfoque ortodoxo, el que defiende el sistema capitalista y resulta funcional a los intereses del capital. No es una cuestión de pugna teórica en el que el devenir histórico va forjando un análisis progresivamente más robusto y científico. El conflicto de clases está muy presente en la “academia”, lo que ocurre es que en España el subdesarrollo relativo de los enfoques críticos, y particularmente de Marx, es alarmante.
El desarrollo profesional de un economista crítico con este orden socioeconómico cada vez es más difícil. Por hacer un paralelismo, digamos que unos van en coche y reciben un arbitraje benigno, y otros vamos en burro, y por si acaso coge velocidad, el pobre es zancadilleado permanentemente. Así, el acceso a proyectos de investigación es muy difícil, ya que uno juega con el objetivo de no descender de categoría, se le cierran las puertas de muchas revistas que no admiten enfoques críticos; la evaluación de los méritos curriculares por parte de las agencias correspondientes, de ámbito regional o estatal, es un alegato a la prepotencia de los liberales, que uno debe soportar estoicamente, recibiendo calificaciones denigrantes, y un largo etcétera, aunque nada de esto trascienda fuera de este ámbito “académico”.
Pese a todo, en los últimos años he tenido el enorme placer de coincidir en el programa de doctorado del dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid con una serie de compañeros de economía crítica, lo que ha dado lugar a diversas publicaciones y congresos. Parece haber una nueva hornada de jóvenes investigadores, que no obstante deben hacer frente a la brutal ofensiva de recortes por parte del gobierno.
En cuanto a los economistas que mencionas, han desarrollado un esfuerzo titánico de difusión muy valorable, y afortunadamente han logrado un espacio dentro de la economía crítica. No obstante, fijémonos que estos autores, a quienes tengo gran estima y, en el caso de Alberto, me une una amistad personal, no mantienen posturas económicas anticapitalistas (excepto Alberto, pero en el terreno político), sino posiciones reformistas que, en cualquier caso, son muy revolucionarias en los momentos actuales. Aludo en cualquier caso a un elemento para el debate que está en el centro de sus diagnósticos, y en general para las izquierdas. La perspectiva keynesiana que adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía. En el fondo, llegamos a la sempiterna ilusión de la confluencia de intereses antagónicos, lo que supone un elemento a debatir entre las izquierdas.
La ciencia económica está absolutamente dominada por el enfoque ortodoxo, el que defiende el sistema capitalista y resulta funcional a los intereses del capital. No es una cuestión de pugna teórica en el que el devenir histórico va forjando un análisis progresivamente más robusto y científico. El conflicto de clases está muy presente en la “academia”, lo que ocurre es que en España el subdesarrollo relativo de los enfoques críticos, y particularmente de Marx, es alarmante.
El desarrollo profesional de un economista crítico con este orden socioeconómico cada vez es más difícil. Por hacer un paralelismo, digamos que unos van en coche y reciben un arbitraje benigno, y otros vamos en burro, y por si acaso coge velocidad, el pobre es zancadilleado permanentemente. Así, el acceso a proyectos de investigación es muy difícil, ya que uno juega con el objetivo de no descender de categoría, se le cierran las puertas de muchas revistas que no admiten enfoques críticos; la evaluación de los méritos curriculares por parte de las agencias correspondientes, de ámbito regional o estatal, es un alegato a la prepotencia de los liberales, que uno debe soportar estoicamente, recibiendo calificaciones denigrantes, y un largo etcétera, aunque nada de esto trascienda fuera de este ámbito “académico”.
Pese a todo, en los últimos años he tenido el enorme placer de coincidir en el programa de doctorado del dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid con una serie de compañeros de economía crítica, lo que ha dado lugar a diversas publicaciones y congresos. Parece haber una nueva hornada de jóvenes investigadores, que no obstante deben hacer frente a la brutal ofensiva de recortes por parte del gobierno.
En cuanto a los economistas que mencionas, han desarrollado un esfuerzo titánico de difusión muy valorable, y afortunadamente han logrado un espacio dentro de la economía crítica. No obstante, fijémonos que estos autores, a quienes tengo gran estima y, en el caso de Alberto, me une una amistad personal, no mantienen posturas económicas anticapitalistas (excepto Alberto, pero en el terreno político), sino posiciones reformistas que, en cualquier caso, son muy revolucionarias en los momentos actuales. Aludo en cualquier caso a un elemento para el debate que está en el centro de sus diagnósticos, y en general para las izquierdas. La perspectiva keynesiana que adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía. En el fondo, llegamos a la sempiterna ilusión de la confluencia de intereses antagónicos, lo que supone un elemento a debatir entre las izquierdas.
“La perspectiva keynesiana que muchos economistas
“críticos” adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una
demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de
bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello,
plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero
lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que
eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo
creía”
-Durante los últimos cuarenta años las mutaciones de la
economía política mundial apuntan a diversos factores: derrumbe de la URSS, desaparición
del patrón oro, “liberalización” del comercio y las finanzas internacionales
(Consenso de Washington, OMC, etc.), procesos de “financiarización” de la
Economía Mundial, globalización (no obstante, parcial) de las tecnologías de la
información y la comunicación, entrada de China en la OMC, crisis de los
“dragones asiáticos”, etc. ¿Cómo han afectado todas esas circunstancias a la
economía sudamericana? ¿Cuál ha sido la influencia del FMI y el Banco Mundial
en la llamada década perdida de esta región?
América
latina, tras la crisis de la década de los ochenta, inició una profunda
restructuración económica mediante la implementación de los conocidos como
“programas de ajuste estructural”, bajo la condicionalidad impuesta por las
instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario
Internacional). Después de un intento industrializador, lo que fue la expresión
periférica del modelo de acumulación nacional de la etapa de Bretton Woods en
las economías avanzadas, la (neo)liberalización económica se lleva a cabo a
partir de una crisis en un contexto de amplias reconfiguraciones en el
capitalismo mundial.
En los
ochenta el giro neoliberal que impulsa Estados Unidos, ya iniciado con los
gobiernos demócratas en los setenta y profundizado con la Admón Reagan en los
ochenta, tuvo como consecuencia una recomposición económica y política a nivel
mundial decisiva. La liberalización financiera y el alza de los tipos de
interés permitieron atraer a EEUU gran parte de los capitales mundiales, lo que
debilitó a los competidores europeo y nipón, desencadenó la crisis de la deuda
externa en el mundo en desarrollo, incluidas algunas economías socialistas, lo
que a su vez acabó con el proyecto del nuevo orden económico internacional.
Para disciplinar a la periferia el BM y el FMI tuvieron un papel verdaderamente
ejemplar, que permitió además, junto a las transformaciones tecnológicas, la
externalización de ciertas partes del proceso productivo de las economías
centrales en las que los trabajadores habían logrado importantes conquistas
salariales. En este sentido, otro elemento fue la ofensiva contra las
conquistas del trabajo logradas en las décadas anteriores. Por tanto, la
introducción del neoliberalismo en América Latina se enmarca en este giro por
el que Estados Unidos reafirma su hegemonía, y en el que la recomposición de
las condiciones de valorización del capital se despliega en la economía mundial
a partir de una presión sobre el modelo socialdemócrata, la periferia, los
trabajadores y que, por extensión, acaba debilitando a las URSS.
El paquete
neoliberal en la región latinoamericana ha beneficiado en primer lugar al
capital, y así, en gran parte al de EE.UU. Las privatizaciones abrieron nuevos
ámbitos de obtención de rentabilidad, las depreciaciones de los ochenta
abarataron las importaciones para las empresas de las economías desarrolladas,
así como la liberalización comercial, mientras que las reformas laborales
(junto a las privatizaciones), facilitaron el ajuste salarial. Finalmente, y
muy importante: la liberalización de los movimientos de capital permitió a
EE.UU. acceder a nuevos fondos con los que financiar el déficit, que a la vez
presionaría a la baja a sus tipos de interés y reafirmaría el papel del dólar
en la escena mundial. Los ochenta fueron una década perdida para los
trabajadores, pero no para el capital, ya que la prioridad de los países era
acumular superávit comerciales para el pago de una deuda externa en gran parte
ilegítima para quienes la estaban pagando.
Luego, en
los noventa, una vez estabilizadas estas economías, la fijación de tipos de
cambio fijo permitió que retornaran muchos capitales, si bien eran de corto
plazo. Fueron atraídos por privatizaciones e inversiones especulativas, y con
la garantía de poder ser repatriados, garantizando los gobiernos su
convertibilidad en dólares. De esta forma América Latina pasó a reciclar
capitales en busca de rentabilidad, al precio de crecientes déficit por cuenta
corriente, por el auge de las importaciones y el pago de rentas de la
inversión, financiadas con estos capitales “golondrina”. El resultado, una
serie de crisis económicas, Venezuela en 1994, México en 1995, Brasil en 1999, Argentina
en 2001-02, etc.
Posteriormente,
América Latina inicia una fase de crecimiento pero con gran vulnerabilidad. A
partir de las experiencias de las crisis de los “dragones asiáticos”, debe
acumular muchas reservas, originando así un fabuloso movimiento de capitales de
la periferia a Wall Street, y el crecimiento se basa en el auge del precio y la
demanda de productos básicos de exportación, en gran parte por la demanda
asiática (China), con una cierta desindustrialización que no obstante permite
mantener niveles reducidos de inversión para lograr cierto crecimiento
económico.
“Venezuela ha incrementado la dependencia
del ingreso petrolero, sólo que afortunadamente ahora se canaliza en un gasto
que beneficia a gran parte de la población”
-El petróleo venezolano es la principal fuerza de
sustentación de la revolución bolivariana. ¿Cómo se ha desarrollado la economía
venezolana del gobierno de Hugo Chávez en sus magnitudes macroeconómicas más
importantes?
Así es: el
petróleo en Venezuela es la base de sustentación del gobierno bolivariano,
sobre el cual intenta llevar a cabo peligrosos equilibrios entre fuerzas
opuestas. El primer aspecto es tener en cuenta que la empresa petrolera
venezolana, PDVSA, a pesar de que es pública desde 1976, en realidad estaba al
servicio del capital privado, incluso al margen del poder gubernamental. En los
años noventa, aprovechando algunos resquicios legales, se inicia un proceso de
privatización que sólo con la victoria de H. Chávez se logró revertir mediante
la ley petrolera de 2001. Eso sí, al precio de una impresionante desestabilización
por parte de las fuerzas opositoras, tanto por el golpe de Estado de abril de
2002 como el paro petrolero de finales de ese año y comienzas de 2003.
Venezuela ha
incrementado la dependencia del ingreso petrolero, sólo que afortunadamente
ahora se canaliza en un gasto que beneficia a gran parte de la población. En
otras palabras, el ingreso petrolero, favorecido por el incremento del precio
de la última década, se ha erigido en el alambre por el que camina el gobierno,
hasta ahora con medidas en puridad reformistas, y que le permite no agudizar el
conflicto de clases.
Pero
tengamos en cuenta diversos elementos de continuismo que evidencian carencias a
superar, ya que bajo el gobierno bolivariano ha descendido la participación del
sector público en el PIB, y, al igual que sucede en otras economías hispanoamericanas,
también en cuanto a la industria manufacturera, junto a una disminución del
número de empresas y de las inversiones. Al mismo tiempo, en términos reales
(sin considerar el efecto de la inflación), el crecimiento del sector privado
ha sido superior al correspondiente al sector público, pero también es cierto
que las empresas públicas han ido teniendo una presencia mayor en sectores
considerados estratégicos y que requieren grandes inversiones de capital, como
la industria pesada y petroquímica, junto a la relacionada con la actividad
petrolera, y que el sector público ha aumentado su participación en la inversión
(formación bruta de capital fijo). Venezuela sigue dependiendo, pues, de la
exportación de crudo, por lo que reproduce su inserción primario exportadora, pero
también la necesidad de importar tanto bienes de consumo como los elementos de
los medios de producción, por lo que tanto la reproducción de la fuerza de
trabajo como el proceso de acumulación reflejan la inserción dependiente en la
economía mundial.
Al mismo
tiempo, y a pesar de que los salarios reales no han experimentado grandes
cambios, se ha incrementado de manera formidable el gasto social, lo que ha
permitido reducir la desigualdad y la pobreza. Creo que la democratización de
la sociedad, su politización, la política exterior anti-imperialista y la
implementación de una política social con vocación universalista, constituyen
las líneas fundamentales de ruptura de la Revolución bolivariana.
Como se
puede ver, hay elementos muy contradictorios, y el análisis de este período
requiere serenidad para dilucidar lo que constituye responsabilidad del
gobierno y lo que se deriva de elementos exógenos sobre los que no tiene capacidad
de decisión.
“En Venezuela las librerías privadas están
plagadas de libros contra Chávez; uno puede leer periódicos y ver programas de
televisión con mensajes incendiarios contra el gobierno y votar a candidaturas
opositoras…curiosa dictadura ésta”
-En las últimas elecciones venezolanas los
observadores internacionales han reconocido taxativamente la transparencia del
proceso. ¿Qué opinas de la campaña llevaba a cabo desde los medios de
comunicación más importantes de España contra Chávez- en particular- y la
Revolución Bolivariana- en general-? ¿Qué podrías comentarnos del llamado Poder
Electoral de Venezuela? Por último, ¿qué valoración realizas de la senda hacia
el “socialismo” de este país?
La campaña
de los medios de comunicación respecto de Venezuela ha alcanzado cotas de
manipulación verdaderamente asombrosas. Al margen de la valoración que nos
merezca, lo que está claro es que posee una legitimidad de la que carecen
muchos otros gobiernos, como por ejemplo el español. Y es que antes de abordar
cambios en la esfera de la política económica el gobierno puso el acento
en la regeneración democrática,
mediante la convocatoria de una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución
que recibió un voto mayoritario. Y no olvidemos que cuando años después el
gobierno intento modificarla, perdió la consulta, lo que demuestra una gran y
positiva politización social, en el sentido del creciente compromiso con las
cuestiones políticas, y que el gobierno debe hacer bastante autocrítica ante
una sociedad que ya no es la masa
pasiva del régimen anterior. Porque actualmente se ha ido avanzando en
el concepto de ciudadanía, mientras que bajo el régimen anterior de la IV
República existía un abismo entre la población trabajadora y el gobierno.
Sin embargo,
el conjunto de medios de comunicación, sean de centro izquierda o de derechas,
mantiene una ofensiva radical, para la que no duda en saltarse cualquier norma
deontológica. La cuestión es que, más allá de los cambios que se hayan
implementado, las proclamas abiertamente revolucionarias del gobierno y gran
parte de la sociedad generan cierto pánico, y ver que el ejecutivo no ha sido
uno de esos gobiernos de la historia venezolana que, mientras ganaban
elecciones, por la puerta de atrás negociaban con el FMI hacer todo lo
contrario (como hizo Carlos Andrés Pérez, el gran amigo de Felipe González, en
las elecciones de 1989), ha hecho sentir pavor a los grandes grupos
empresariales. Cualquiera que haya viajado por América Latina puede constatar
que el sentimiento de aquella región es muy diferente al de Europa, y lo que
ocurre en un país es sentido de manera profunda en el resto. Las clases altas
del continente, pues, asisten temerosos a que sus respectivos cortijos (pues
tal es la idea que poseen los poderosos) se vean amenazados por nuevos
fenómenos bolivarianos. Los “golpes” llevados a cabo en Honduras y Paraguay
constituyen buenos ejemplos de este proceder preventivo de las clases altas.
Pero hay que
aclarar que en Venezuela las librerías privadas están plagadas de libros contra
Chávez; uno puede leer periódicos y ver programas de televisión con mensajes
incendiarios contra el gobierno, y votar a candidaturas opositoras…curiosa
dictadura ésta.
Respecto al
poder electoral, creo que vale simplemente señalar que el Instituto del ex
presidente estadounidense James Carter ha elogiado al sistema electoral y ha
reconocido que es uno de los más avanzados del mundo. Si alguien así lo dice,
creo que poco se puede añadir al respecto.
Y
finalmente, en relación a la senda hacia el socialismo, hay que dejar claro que
Venezuela es un país capitalista, y como tal, sujeto a las leyes de
funcionamiento de este sistema. El sector privado es el gran protagonista de la
actividad económica, obtiene buenos beneficios, si bien ha caído el ingreso
relativo de los más ricos, y la dinámica salarial se supedita a las exigencias
de la acumulación privada. Cualquier análisis debe partir de esta realidad
evidente. Luego, a partir de ahí, podemos aludir a las reformas democráticas,
indudables, las nacionalizaciones realizadas de sectores estratégicos, el
control de capitales, la política social, etc. Por ahora el socialismo está
presente en los discursos y la simbología, mientras que en las relaciones de
producción sólo de manera muy marginal pero incipiente en las empresas de
producción social. El peligro es que la revolución se detenga y no avance, dinamitando
la necesaria convergencia entre el imaginario de ilusión transformadora que se
cultiva, con las prácticas y el sistema económico que se construye. De todas
formas, si algunos ladran, es que algo se avanza.
“La política exterior de Cuba es ejemplar.
Destaco el apoyo a la Revolución Bolivariana, que directamente ha hecho abrir
los ojos a muchos marginados mediante el envío de médicos y la silenciada labor
humanitaria con Haití, frente a la propaganda de las grandes potencias
capitalistas”
-En relación con Cuba, punto de ignición- de algún modo- en
el continente iberoamericano del llamado “socialismo del siglo XXI”, dinos: ¿qué
efectos desde 2007 ha tenido sobre la economía cubana la actual crisis en la
que estamos inmersos?
Cualquier
recesión en la economía mundial tiene consecuencias graves en la isla, a pesar
de lo cual ha demostrado, sobre todo tras los acontecimientos de los primeros
años noventa, una gran capacidad de resistencia. Cualquier análisis de este
país es sumamente complejo. No obstante, me limito a unas breves reflexiones.
En primer
lugar, es un país no desarrollado que afronta una agresividad externa con
importantes pérdidas económicas para el país.
Los costes
de las crisis en Cuba son compartidas de una forma cualitativamente diferente a
cualquier otro país. Pensemos en las consecuencias que hubiera tenido en un
país vecino el cataclismo de 1989-91, junto a los efectos adversos del bloqueo
económico. Y con todo, tiene niveles muy importantes de gasto social.
Las
reformas, aunque se dirigen al mercado, están pilotadas por el Estado, por lo
que no desaparece el horizonte socialista.
El triunfo
del movimiento chavista ha supuesto un gran alivio para Cuba, ya que ahora
dispone de una gran aliado, con petróleo, además de un eje en el que están
Bolivia, Ecuador, otros países menores como Nicaragua, y un gigante regional,
Brasil, con una política exterior que busca espacios de autonomía respecto del
vecino imperialista del norte, y que por ello contiene elementos progresistas
interesantes.
Pese a todos
los pesares, la política exterior de Cuba es ejemplar. Destaco el apoyo a la
Revolución Bolivariana, que directamente ha hecho abrir los ojos a muchos
marginados mediante el envío de médicos (y muchos oftalmólogos) y la silenciada
labor humanitaria con Haití, frente a la propaganda de las grandes potencias
capitalistas.
Hay que
señalar el elevado grado de democracia en los niveles locales y provinciales de
la isla, con sufragio a candidatos que no postula el partido, sin la demagogia
publicitaria a que estamos acostumbrados en otros lugares, y a diferencia de las democracias cada vez
más vacías de contenido que vemos no sólo en Hispanoamérica, sino en el mundo
entero. En los grandes niveles, no se puede votar a otros partidos, sí, pero
como sucede en cualquier otro país, los cambios sustanciales exigen profundas
convulsiones sociales, por lo que no debemos identificar democracia con
pluripartidismo. El ejemplo a nivel institucional más evidente puede ser el de
México.
Finalmente,
no podemos dejar de realizar críticas, ni permitir que el bloqueo u otros
factores nos tapen la visión. La defensa del ejemplo que constituye Cuba para
la clase trabajadora mundial no es óbice para defender la libertad de expresión
y cuestionar cualquier aspecto. Eso sí, con una adecuada contextualización de
los fenómenos, lo que no es fácil. Por tanto, defensa de Cuba y su Revolución,
pero al mismo tiempo, autocrítica constructiva.
“EE.UU. actúa
como el banquero del mundo. Su poder se ha erosionado, pero sigue siendo la
potencia política dominante”
-El pasado verano el gobierno argentino de Cristina Kirchner
decidió “nacionalizar” la empresa YPF contra los intereses de la petrolera
Repsol, empresa originariamente española, pero cuyo accionariado es mayoritariamente extranjero. Constatamos
que los intentos de identificación entre los intereses de la empresa, su
accionariado y los españoles en su conjunto, al margen de la dialéctica de
clases, han resultado verdaderamente torticeros y mistificadores, pero muy
constantes. No obstante, no es de extrañar que un Estado capitalista defienda
lo que considera los intereses de las empresas privadas ligadas al mismo
(incluso los sindicatos españoles mayoritarios- CCOO y UGT- advirtieron que la
“nacionalización” de la filial argentina YPF crearía incertidumbre en el empleo
de los trabajadores españoles). Vivimos un momento actual de cruces
accionariales, intereses no tan cruzados entre las élites
político-económicas-mediáticas, de creación de empresas internacionales y transnacionales… ¿cuál es tu
enfoque del asunto? ¿Cómo crees que debe reflexionar y pensar este
acontecimiento la izquierda español marxista?
La actuación
del gobierno español es lógica en el marco de la geopolítica internacional.
Actúa como lo haría cualquier otro gobierno, defendiendo sus empresas. Ello
demuestra que las corporaciones privadas tienen patria (en lo que me refiero al
auxilio que buscan y reciben de ciertos gobiernos, no en cuanto a aspectos más
nobles, claro), y que los Estados tienen un papel importante, por más
globalización que exista. Y también, que el neoliberalismo y el libre mercado
requieren siempre del intervencionismo estatal, frente al trabajo e
inestabilidades exógenas. No existe una contraposición entre neoliberalismo y
el Estado: el Estado crea el mercado y establece las condiciones pertinentes
para la acumulación capitalista.
Lo que sí
requiere la implantación del neoliberalismo es una intervención estatal de
acuerdo a las necesidades de la empresa privada. Y si una crisis hace tambalear
los cimientos sistémicos, tampoco hay problema en contradecir las proclamas
teóricas de los neoliberales, porque no es lo relevante, al fin al cabo, el
marco justificativo de la retórica apologética. Al mismo tiempo, creo que la
izquierda debe establecer un mensaje crítico que muestre el carácter de clase
del Estado.
Mi posición
en esta cuestión era la de respetar la decisión soberana del gobierno argentino,
promovida por amplios sectores sociales, y criticando la identificación de los
intereses empresariales con los nacionales. No obstante, también es cierto que
en el marco de sistema actual el logro de soberanía nacional como elemento de base
para elaborar un proyecto de ruptura exige disponer de cierto desarrollo
productivo, y en el marco capitalista ello pasa por un tejido empresarial
desarrollado. Además, lo que ha ocurrido, como en cualquier caso ya sabíamos
que podía ocurrir, era que esto significaba un cambio de manos, pues el
gobierno de Cristina Fdez ha pasado a negociar con chinos y norteamericanos. A
pesar de lo cual, creo que lo acertado es defender la nacionalización de los
sectores estratégicos como palanca para la defensa de la soberanía nacional y
la conformación de un proyecto radical de transformación.
En esta
cuestión la izquierda española ha defendido la expropiación, y sólo algunas
voces como las de Joaquín Arriola han sido críticas al respecto. Yo no he
compartido la opinión de este último sobre el presente tema en cuanto a la
respuesta final del sí o no, pero al mismo tiempo sí creo que por el camino el
razonamiento del compañero Arriola está varios pasos por delante de la izquierda
dominante en este país. Es decir, entiendo que se pueda señalar que para este
viaje por EE.UU. y China, tampoco valían ciertas alforjas nacionalizadoras para
agradar, quién sabe, a ciertas bajas pasiones antigalleguistas de los
argentinos. No obstante, creo que un posicionamiento de la izquierda en defensa
de Repsol conduce a la utilización interclasista de los mensajes patrioteros
que resultan más negativos que una visión internacionalista que parta de una
concepción política global, en la cual el estado de conflicto social en el país
que nacionaliza, Argentina, es ciertamente importante, además contra el
discurso patriótico de estos herederos peronistas, lo que es muy valorable. De
hecho, hace poco estuve unos días en Buenos Aires y, además de constatar la
tradicional división de la izquierda transformadora, pude observar un conflicto
muy intenso.
“El gobierno de R. Correa es un gobierno con
elementos progresistas importantes, pero no tiene el significado de lo que está
aconteciendo en Venezuela”
Volviendo a las cuestiones internacionales, ¿cuál es tu
balance sobre las políticas de Ecuador durante los gobiernos de Rafael Correa? ¿Tienen
algo que aprender de su gestión de la deuda pública los denominados PIGS?
El gobierno
de R. Correa es un gobierno con elementos progresistas importantes, pero no tiene
el significado de lo que está aconteciendo en Venezuela.
Como en el
caso de otras experiencias de izquierda, el movimiento que aúpa al poder al
presidente Correa ha tratado de avanzar en la democratización del país, transformar
la estructura productiva para alterar las condiciones de inserción dependiente
en la economía mundial y paliar las grandes desigualdades de ingreso. La
Constitución de 2008 supuso un avance importante al establecer la posibilidad
de expropiar tierras improductivas, eliminar la autonomía del Banco Central, y
poniendo así la política monetaria bajo rectoría estatal, decretar la
ilegalidad de la deuda externa, prohibir contratos con cláusulas de arbitraje
internacional (lo que va en desmedro de la soberanía nacional y a favor del poder
del capital transnacional y sus representantes, las instituciones
multilaterales), así como el establecimiento de bases militares extranjeras en
territorio nacional.
Por otra
parte, son muchos los elementos de continuismo. En la esfera económica, y como
sucede en otros países con gobiernos progresistas o conservadores de la región,
se ha profundizado la inserción primaria exportadora. Es decir, se sigue con el
modelo extractivista, limitando el desarrollo de la industrialización, junto a
una expansión de las ramas de servicios. En el caso de los hidrocarburos, en
2006 se inicia un giro hacia la denominada “soberanía energética” con el
propósito, precisamente, de recuperar la soberanía sobre el petróleo, frente al
retroceso que supuso el programa neoliberal anterior, impulsado con la llegada
al poder de R. Correa y la promulgación de la mencionada Constitución en 2008. Aun
reconociendo avances indudables en cuanto al control de la actividad y la
percepción del ingreso petrolero, persisten continuidades alarmantes. Véase el
caso del ministro de Recursos
Naturales No Renovables, Wilson Pastor, uno de los responsables de los
contratos de servicios firmados en los años del ajuste neoliberal de los
ochenta, en beneficio de las transnacionales. Posiblemente, los peores para los
intereses de la nación. Y nuevamente, con el gobierno de Correa, se vuelve a
esa modalidad que, al margen de elementos positivos, lo cierto es que existen
denuncias por el negocio que están haciendo las corporaciones privadas, a las
que se las reconocen costos exagerados que suponen ingentes beneficios. Por
otra parte, la política de subsidios sobre los productos de este ámbito es
socialmente bastante regresiva, beneficiando a los sectores más pudientes, y el
limitado desarrollo de la industria implica la dependencia de importaciones de
derivados, lo que constituye una fuga de ingresos.
Un apunte añadido. La campaña de Alberto
Acosta, economista e investigador del prestigioso Flacso, gran intelectual de
izquierdas y a quien pude conocer personalmente en Quito, que anteriormente fue
aliado del presidente Correa, demuestra ciertas carencias del proyecto y el
empuje de las bases hacia un giro más rupturista por la izquierda.
“El capital germano desea que el euro
rivalice con el dólar, lo cual requiere en primer lugar estabilidad monetaria,
y un mercado financiero que proporcione seguridad y gran liquidez. Por estas
razones, tanto la Reserva Federal norteamericana como el BCE supeditan
cualquier consideración social a la estabilidad monetaria y al rol de sus
divisas. Sólo que como ésta representa al poder imperial dominante, se puede
permitir una menor ortodoxia, lo cual también refleja la importancia de tener
detrás un Estado y un aparato militar que sirva de sostén de la moneda ”
-Uno de los grandes problemas del Imperio norteamericano
es su doble déficit, el fiscal y el de la balanza de pagos: el llamado déficit
gemelo. Si se nos permite la pregunta retórica: ¿cómo es posible que no se
hunda este país? Algunos economistas explican su recurrencia por la prevalencia
del dólar en la mayoría de transacciones comerciales y financieras; otros, se
basan en la masiva compra de bonos por parte de los chinos; terceros, en la
productividad económica obtenida por las empresas tecnológicas punteras, etc. ¿Qué
podrías señalar sobre esta cuestión?
Como bien
dices, un país que emite la moneda de reserva internacional, como todavía es el
dólar, aunque compartiendo protagonismo con otras divisas, dispone de
importantes privilegios. No olvidemos que la liberalización financiera que
impulsa EE.UU. en los años setenta del pasado siglo tenía entre otros objetivos
asegurar su posición hegemónica mediante el restablecimiento del poder del
dólar, en aquellos años muy amenazado.
En estas
condiciones, EE.UU. actúa como el banquero del mundo. Simplificando, tiene una
capacidad extraordinaria de importar, lo cual financia emitiendo moneda que es
aceptada por el resto de agentes. El papel central del dólar asegura una
demanda internacional, tanto de países, los no desarrollados sobre todo, que
necesitan acumular reservas para atraer financiación externa y adquirir las
mercancías que requieren, como las empresas privadas. Esta demanda implica la
capacidad de recibir muchos capitales a bajo coste, pues las adquisiciones
foráneas de activos denominados en dólares presionan a la baja los tipos de
interés. Wall Street es un mercado líquido y seguro, pero no proporciona una
gran rentabilidad. De ahí que muchos se decantaran por los activos titulizados.
Por otra parte, las multinacionales norteamericanas pueden así financiar sus
inversiones en el resto del mundo, lo que las proporciona una gran ventaja
competitiva.
Así podemos
entender además el proyecto de la eurozona. El capital germano desea que el
euro rivalice con el dólar, lo cual requiere en primer lugar estabilidad
monetaria, y un mercado financiero que proporcione seguridad y gran liquidez.
Por estas razones, tanto la Reserva Federal norteamericana como el BCE
supeditan cualquier consideración social a la estabilidad monetaria y al rol de
sus divisas. Sólo que como ésta representa al poder imperial dominante, se
puede permitir una menor ortodoxia, lo cual también refleja la importancia de
tener detrás un Estado y un aparato militar que sirva de sostén de la moneda.
De todas
formas, el centro de la acumulación de capital va gravitando hacia el área
asiática y las economías denominadas emergentes están teniendo un gran
crecimiento que originará un requilibrio del poder a nivel mundial. El poder de
EE.UU. se ha erosionado, pero por ahora es la potencia dominante.
“La crisis no es producto de elementos
exógenos al modo de producción, como la naturaleza humana (el egoísmo de los
banqueros, tan mencionado por la izquierda inocente), la política económica del
gobierno, las alzas salariales logradas por los sindicatos o de los precios de
ciertos productos impulsadas por los malvados jeques árabes”
-Tras agradecerte esta magnífica entrevista, prolija en
datos empíricos y densa en presupuestos teóricos, una última pregunta de índole
general: ¿consideras que sigue siendo clarificadora la teoría marxista de las
crisis económicas? ¿Serías tan amable de resumirla en oposición a las teorías económicas
alternativas más destacadas?
La
especificidad del análisis marxista de la crisis radica en su concepción de la misma
como un momento necesario del proceso de acumulación, y que brota de las
propias contradicciones sistémicas. No es producto de elementos exógenos al
modo de producción, como la naturaleza humana (el egoísmo de los banqueros, tan
mencionado por la izquierda inocente), la política económica del gobierno, las
alzas salariales logradas por los sindicatos o de los precios de ciertos
productos impulsadas por los malvados jeques árabes.
Según Marx, la crisis deriva de la ley del valor, es decir, de una producción orientada a la obtención de beneficios en la que el trabajo asalariado es la sustancia del valor. La dinámica de acumulación se manifiesta con una tendencia hacia la progresiva mecanización del proceso productivo, fundamento de la mejora de la productividad y la reducción de los costes salariales, pero que al mismo tiempo socava la fuente del excedente, que es el plustrabajo del obrero. De ahí la famosa “Ley de la tendencia descendente de la tasa de beneficio” que expone en el Libro III de El Capital. Pero no olvidemos que la ley incluye sus contratendencias, aunque la exposición de Marx en el apartado correspondiente no me parece muy atinada. Este análisis de Marx, aclaremos, se corresponde con un cierto grado de abstracción propio del conjunto del modo de producción. Si queremos analizar situaciones concretas, debemos incorporar diversos elementos al análisis, los cuales desarrollan estas pautas generales, pero no las contradicen. De hecho, el último ciclo de expansión posee ciertas particularidades que suponen que las pautas generales del crecimiento económico no se hayan constatado. Así, el estancamiento de la relación capital-trabajo (algo así como la composición técnica en la jerga marxiana), la regresividad de la evolución salarial o el auge especulativo constituyen fenómenos específicos que han llevado, lamentablemente, a muchos marxistas a recurrir a otras explicaciones. Por eso pienso que es necesario un trabajo teórico y empírico para seguir desarrollando lo que constituye una teoría abierta, inacabada, y que en gran medida está esbozada en borradores.
Así, en la
época actual debemos incorporar algunos elementos al análisis del proceso de
acumulación mundial. Por resumir, diría, en primer lugar, que debemos
considerar las consecuencias de la incorporación de áreas anteriormente de
carácter socialista (dejando el debate sobre el término más adecuado) al ámbito
de la lógica de valorización capitalista. Esto ha abierto un fabuloso campo
para la extensión del crecimiento económico, y sobre todo por cuanto ha
supuesto un gran aumento de la mano de obra a nivel mundial, más que de medios
de producción. Sin embargo, resulta clarificador que en estas condiciones tan
propicias para el capital, y con las derrotas añadidas del movimiento obrero
(la primera, la desaparición de la URSS) los resultados económicos sean tan
mediocres. Además, en segundo lugar es preciso aludir a la contradicción
creciente entre el desarrollo productivo y el rígido y negativo marco de relaciones
de producción, y que se hace visible por la incapacidad del marco neoliberal de
generar incrementos en la capacidad productiva, que desciende en las últimas
décadas, aunque se hable tanto de tecnologías de la información y la
comunicación (las TIC). Y en tercer lugar, el enfoque marxista debe fortalecer
el análisis del papel de las finanzas en el proceso de acumulación, mostrando
su relación con el cambio tecnológico, la inversión y el crecimiento, para
incorporar las nuevas formas de gestión empresarial y productos financieros
como los derivados en el marco de las tendencias básicas de la acumulación. Por
ello, debemos explicar a partir de la lay del valor las dinámicas
especulativas, que, no lo olvidemos, también estaban presentes en la época de
Marx. En sus análisis coyunturales sobre ciertas crisis mencionaba la especulación
en la bolsa vinculada a la construcción del ferrocarril, por ejemplo la de
1843-45.
En relación
a la validación o no de una teoría, hay que ser cuidadosos, tanto para mostrar
pretendidas verificaciones empíricas como para lo contrario. Yo creo que la
validez analítica del enfoque marxista se manifiesta desde una perspectiva
temporal de largo plazo atendiendo a las tendencias básicas de lo que
constituye su objeto de estudio, el sistema capitalista mundial. Así, la
constatación de que las crisis aparecen recurrentemente proporciona una primera
prueba de lo que sí supone una apuesta verificable del marxismo. Y al mismo
tiempo, la persistencia de las crisis implica un misil en la línea de flotación
de los enfoques ortodoxos. Pero ellos no tienen problemas, los manuales de
economía que patentan ni siquiera se molestan en incorporar una sección al
fenómeno de la crisis, y cuando la realidad no cuadra con sus postulados,
hablan de paradojas o realizan la estrategia del avestruz: ignorar la crítica.
Asimismo,
vemos que un poco antes de que aparezcan las crisis, ocurre un estancamiento o
caída de los beneficios empresariales que origina un desplome de la inversión
empresarial. Este hilo causal que va de la rentabilidad, sigue por la
acumulación y desemboca en el crecimiento o crisis creo que es muy
significativo al respecto. Y además, se puede constatar que la acumulación de
capital se manifiesta bajo un incremento de la dotación de medios de producción
por trabajador en el largo plazo, fundamento de las mejoras de productividad. Sobre
ambos fenómenos existe una gran evidencia empírica en las investigaciones de
economistas marxistas.
Bueno, y por
añadir algo respecto de la teoría laboral del valor (me explico, el trabajo
como fuente del valor), considero a su vez que una de las pruebas más claras de
la validez de propia la ley del valor de Marx se puede encontrar en lo que
sucede en las huelgas generales. Si los economistas neoliberales estuvieran en
lo cierto, el día que los trabajadores deciden ausentarse de su actividad
laboral, el resto de factores productivos, que para la ortodoxia es la tierra y
el capital (entendido como una cosa material), si bien cada poco tiempo
aparecen nuevos factores productivos como la destreza, etc., podría seguir
generando riqueza. Además, como la soberanía reside en el consumidor, los
trabajadores podrían seguir incidiendo, y gobernando, el proceso económico. Sin
embargo, la feroz oposición de la patronal indica que detrás del discurso del
papel del empresario, los consumidores, las curvas de oferta y demanda y todos
los equilibrios que contienen sus ecuaciones, lo que se encuentra es un
discurso apologético de sus intereses económicos que pretende ocultar el origen
del beneficio, el trabajo excedente del obrero.
Por lo
expuesto, es vital aprender del análisis de Marx, y que logremos reconquistar
espacios en la universidad. Es una batalla en el ámbito de la teoría
absolutamente vital, por ejemplo, para enfrentar los desvaríos infantilistas de
la izquierda actual (pero esto es otra historia).
En este
sentido, el Diploma de Formación Continua sobre el análisis marxista de la
economía mundial que algunos investigadores vinculados al dpto. de Economía
Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid venimos realizando desde
hace dos años creo que importantísimo, y se puede realizar en modalidad online.
*Esta
entrevista ha sido organizada y coordinada gracias a la inestimable
colaboración de Guillermo Pérez Álvarez, representante de la Asociación
Cultural Laso Prieto.
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