lunes, 17 de diciembre de 2012

COMENTARIOS DESDE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA





ENTREVISTA A JUAN PABLO MATEO TOMÉ

 10/12/12 

Juan Pablo Mateo Tomé es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid y doctorado en el dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense. Ha realizado varias estancias de investigación en México, país donde llevó a cabo su tesis doctoral sobre la dinámica de acumulación y la tasa de ganancia. Actualmente se encuentra en la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, donde investiga la economía brasileña desde una perspectiva marxista, centrándose en aspectos del cambio técnico, el crecimiento y la inserción financiera. Es coautor de las obras Ajuste y salario. Las consecuencias del neoliberalismo en América Latina y Estados Unidos (Madrid: Fondo de Cultura Económica) y Las finanzas y la crisis del euro. Colapso de la eurozona (Madrid: Editorial Popular). Además, ha coordinado con otros destacados colegas Otra teoría económica es posible. Ensayos críticos de economía política (Madrid: Editorial Popular) y Globalización, dependencia y crisis económica. Análisis heterodoxos desde la Economía del Desarrollo (Málaga: CEDMA). En pocos meses verán la luz otros tres libros de los que ha participado en su elaboración; como coautor, ¿Alternativas al neoliberalismo en América Latina? Las políticas económicas en Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela (Madrid: Fondo de Cultura Económica); en calidad de coordinador de una obra cuyo probable título será El Capitalismo en recesión. La crisis en el centro y la periferia de la economía mundial (Madrid: Maia); y finalmente participa en una obra colectiva que publicará El Viejo Topo sobre la crisis del euro.
“No existe una contraposición entre neoliberalismo y el Estado: el Estado crea el mercado y establece las condiciones pertinentes para la acumulación capitalista” 

-La orientación marxista de tus análisis económicos, diametralmente opuesta a la de un economista oficial del “establishment” (neoclásico, shumpeteriano, neokeynesiano, etc.), es de sobra conocida. ¿Cómo repercute en tu vida profesional esta situación antagónica? Por otro lado, ¿qué valoración te merece la labor crítica de difusión de economistas españoles muy conocidos durante estos últimos años como Juan Torres López, Vincenç Navarro o Alberto Garzón?


La ciencia económica está absolutamente dominada por el enfoque ortodoxo, el que defiende el sistema capitalista y resulta funcional a los intereses del capital. No es una cuestión de pugna teórica en el que el devenir histórico va forjando un análisis progresivamente más robusto y científico. El conflicto de clases está muy presente en la “academia”, lo que ocurre es que en España el subdesarrollo relativo de los enfoques críticos, y particularmente de Marx, es alarmante.
El desarrollo profesional de un economista crítico con este orden socioeconómico cada vez es más difícil. Por hacer un paralelismo, digamos que unos van en coche y reciben un arbitraje benigno, y otros vamos en burro, y por si acaso coge velocidad, el pobre es zancadilleado permanentemente. Así, el acceso a proyectos de investigación es muy difícil, ya que uno juega con el objetivo de no descender de categoría, se le cierran las puertas de muchas revistas que no admiten enfoques críticos; la evaluación de los méritos curriculares por parte de las agencias correspondientes, de ámbito regional o estatal, es un alegato a la prepotencia de los liberales, que uno debe soportar estoicamente, recibiendo calificaciones denigrantes, y un largo etcétera, aunque nada de esto trascienda fuera de este ámbito “académico”.
Pese a todo, en los últimos años he tenido el enorme placer de coincidir en el programa de doctorado del dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid con una serie de compañeros de economía crítica, lo que ha dado lugar a diversas publicaciones y congresos. Parece haber una nueva hornada de jóvenes investigadores, que no obstante deben hacer frente a la brutal ofensiva de recortes por parte del gobierno. 


En cuanto a los economistas que mencionas, han desarrollado un esfuerzo titánico de difusión muy valorable, y afortunadamente han logrado un espacio dentro de la economía crítica. No obstante, fijémonos que estos autores, a quienes tengo gran estima y, en el caso de Alberto, me une una amistad personal, no mantienen posturas económicas anticapitalistas (excepto Alberto, pero en el terreno político), sino posiciones reformistas que, en cualquier caso, son muy revolucionarias en los momentos actuales. Aludo en cualquier caso a un elemento para el debate que está en el centro de sus diagnósticos, y en general para las izquierdas. La perspectiva keynesiana que adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía. En el fondo, llegamos a la sempiterna ilusión de la confluencia de intereses antagónicos, lo que supone un elemento a debatir entre las izquierdas.

La perspectiva keynesiana que muchos economistas “críticos” adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía”


-Durante los últimos cuarenta años las mutaciones de la economía política mundial apuntan a diversos factores: derrumbe de la URSS, desaparición del patrón oro, “liberalización” del comercio y las finanzas internacionales (Consenso de Washington, OMC, etc.), procesos de “financiarización” de la Economía Mundial, globalización (no obstante, parcial) de las tecnologías de la información y la comunicación, entrada de China en la OMC, crisis de los “dragones asiáticos”, etc. ¿Cómo han afectado todas esas circunstancias a la economía sudamericana? ¿Cuál ha sido la influencia del FMI y el Banco Mundial en la llamada década perdida de esta región?
América latina, tras la crisis de la década de los ochenta, inició una profunda restructuración económica mediante la implementación de los conocidos como “programas de ajuste estructural”, bajo la condicionalidad impuesta por las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional). Después de un intento industrializador, lo que fue la expresión periférica del modelo de acumulación nacional de la etapa de Bretton Woods en las economías avanzadas, la (neo)liberalización económica se lleva a cabo a partir de una crisis en un contexto de amplias reconfiguraciones en el capitalismo mundial.
En los ochenta el giro neoliberal que impulsa Estados Unidos, ya iniciado con los gobiernos demócratas en los setenta y profundizado con la Admón Reagan en los ochenta, tuvo como consecuencia una recomposición económica y política a nivel mundial decisiva. La liberalización financiera y el alza de los tipos de interés permitieron atraer a EEUU gran parte de los capitales mundiales, lo que debilitó a los competidores europeo y nipón, desencadenó la crisis de la deuda externa en el mundo en desarrollo, incluidas algunas economías socialistas, lo que a su vez acabó con el proyecto del nuevo orden económico internacional. Para disciplinar a la periferia el BM y el FMI tuvieron un papel verdaderamente ejemplar, que permitió además, junto a las transformaciones tecnológicas, la externalización de ciertas partes del proceso productivo de las economías centrales en las que los trabajadores habían logrado importantes conquistas salariales. En este sentido, otro elemento fue la ofensiva contra las conquistas del trabajo logradas en las décadas anteriores. Por tanto, la introducción del neoliberalismo en América Latina se enmarca en este giro por el que Estados Unidos reafirma su hegemonía, y en el que la recomposición de las condiciones de valorización del capital se despliega en la economía mundial a partir de una presión sobre el modelo socialdemócrata, la periferia, los trabajadores y que, por extensión, acaba debilitando a las URSS.
El paquete neoliberal en la región latinoamericana ha beneficiado en primer lugar al capital, y así, en gran parte al de EE.UU. Las privatizaciones abrieron nuevos ámbitos de obtención de rentabilidad, las depreciaciones de los ochenta abarataron las importaciones para las empresas de las economías desarrolladas, así como la liberalización comercial, mientras que las reformas laborales (junto a las privatizaciones), facilitaron el ajuste salarial. Finalmente, y muy importante: la liberalización de los movimientos de capital permitió a EE.UU. acceder a nuevos fondos con los que financiar el déficit, que a la vez presionaría a la baja a sus tipos de interés y reafirmaría el papel del dólar en la escena mundial. Los ochenta fueron una década perdida para los trabajadores, pero no para el capital, ya que la prioridad de los países era acumular superávit comerciales para el pago de una deuda externa en gran parte ilegítima para quienes la estaban pagando.
Luego, en los noventa, una vez estabilizadas estas economías, la fijación de tipos de cambio fijo permitió que retornaran muchos capitales, si bien eran de corto plazo. Fueron atraídos por privatizaciones e inversiones especulativas, y con la garantía de poder ser repatriados, garantizando los gobiernos su convertibilidad en dólares. De esta forma América Latina pasó a reciclar capitales en busca de rentabilidad, al precio de crecientes déficit por cuenta corriente, por el auge de las importaciones y el pago de rentas de la inversión, financiadas con estos capitales “golondrina”. El resultado, una serie de crisis económicas, Venezuela en 1994, México en 1995, Brasil en 1999, Argentina en 2001-02, etc.
Posteriormente, América Latina inicia una fase de crecimiento pero con gran vulnerabilidad. A partir de las experiencias de las crisis de los “dragones asiáticos”, debe acumular muchas reservas, originando así un fabuloso movimiento de capitales de la periferia a Wall Street, y el crecimiento se basa en el auge del precio y la demanda de productos básicos de exportación, en gran parte por la demanda asiática (China), con una cierta desindustrialización que no obstante permite mantener niveles reducidos de inversión para lograr cierto crecimiento económico.

 “Venezuela ha incrementado la dependencia del ingreso petrolero, sólo que afortunadamente ahora se canaliza en un gasto que beneficia a gran parte de la población”

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COMENTARIOS DESDE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

ENTREVISTA A JUAN PABLO MATEO TOMÉ
10/12/12
Juan Pablo Mateo Tomé es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Madrid y doctorado en el dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense. Ha realizado varias estancias de investigación en México, país donde llevó a cabo su tesis doctoral sobre la dinámica de acumulación y la tasa de ganancia. Actualmente se encuentra en la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, donde investiga la economía brasileña desde una perspectiva marxista, centrándose en aspectos del cambio técnico, el crecimiento y la inserción financiera.
Es coautor de las obras Ajuste y salario. Las consecuencias del neoliberalismo en América Latina y Estados Unidos (Madrid: Fondo de Cultura Económica) y Las finanzas y la crisis del euro. Colapso de la eurozona (Madrid: Editorial Popular). Además, ha coordinado con otros destacados colegas Otra teoría económica es posible. Ensayos críticos de economía política (Madrid: Editorial Popular) y Globalización, dependencia y crisis económica. Análisis heterodoxos desde la Economía del Desarrollo (Málaga: CEDMA).
En pocos meses verán la luz otros tres libros de los que ha participado en su elaboración; como coautor, ¿Alternativas al neoliberalismo en América Latina? Las políticas económicas en Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela (Madrid: Fondo de Cultura Económica); en calidad de coordinador de una obra cuyo probable título será El Capitalismo en recesión. La crisis en el centro y la periferia de la economía mundial (Madrid: Maia); y finalmente participa en una obra colectiva que publicará El Viejo Topo sobre la crisis del euro.


“No existe una contraposición entre neoliberalismo y el Estado: el Estado crea el mercado y establece las condiciones pertinentes para la acumulación capitalista”

-La orientación marxista de tus análisis económicos, diametralmente opuesta a la de un economista oficial del “establishment” (neoclásico, shumpeteriano, neokeynesiano, etc.), es de sobra conocida. ¿Cómo repercute en tu vida profesional esta situación antagónica? Por otro lado, ¿qué valoración te merece la labor crítica de difusión de economistas españoles muy conocidos durante estos últimos años como Juan Torres López, Vincenç Navarro o Alberto Garzón?

La ciencia económica está absolutamente dominada por el enfoque ortodoxo, el que defiende el sistema capitalista y resulta funcional a los intereses del capital. No es una cuestión de pugna teórica en el que el devenir histórico va forjando un análisis progresivamente más robusto y científico. El conflicto de clases está muy presente en la “academia”, lo que ocurre es que en España el subdesarrollo relativo de los enfoques críticos, y particularmente de Marx, es alarmante.

El desarrollo profesional de un economista crítico con este orden socioeconómico cada vez es más difícil. Por hacer un paralelismo, digamos que unos van en coche y reciben un arbitraje benigno, y otros vamos en burro, y por si acaso coge velocidad, el pobre es zancadilleado permanentemente. Así, el acceso a proyectos de investigación es muy difícil, ya que uno juega con el objetivo de no descender de categoría, se le cierran las puertas de muchas revistas que no admiten enfoques críticos; la evaluación de los méritos curriculares por parte de las agencias correspondientes, de ámbito regional o estatal, es un alegato a la prepotencia de los liberales, que uno debe soportar estoicamente, recibiendo calificaciones denigrantes, y un largo etcétera, aunque nada de esto trascienda fuera de este ámbito “académico”.

Pese a todo, en los últimos años he tenido el enorme placer de coincidir en el programa de doctorado del dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid con una serie de compañeros de economía crítica, lo que ha dado lugar a diversas publicaciones y congresos. Parece haber una nueva hornada de jóvenes investigadores, que no obstante deben hacer frente a la brutal ofensiva de recortes por parte del gobierno.

En cuanto a los economistas que mencionas, han desarrollado un esfuerzo titánico de difusión muy valorable, y afortunadamente han logrado un espacio dentro de la economía crítica. No obstante, fijémonos que estos autores, a quienes tengo gran estima y, en el caso de Alberto, me une una amistad personal, no mantienen posturas económicas anticapitalistas (excepto Alberto, pero en el terreno político), sino posiciones reformistas que, en cualquier caso, son muy revolucionarias en los momentos actuales. Aludo en cualquier caso a un elemento para el debate que está en el centro de sus diagnósticos, y en general para las izquierdas. La perspectiva keynesiana que adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía. En el fondo, llegamos a la sempiterna ilusión de la confluencia de intereses antagónicos, lo que supone un elemento a debatir entre las izquierdas.

La perspectiva keynesiana que muchos economistas “críticos” adoptan les lleva a caracterizar la crisis en términos de una demanda insuficiente, como si el objeto del capitalismo fuera la producción de bienes de consumo o la satisfacción de las necesidades personales. Por ello, plantean que la salida de la crisis requeriría un aumento de los salarios. Pero lo empresarios, que si algo tienen es conciencia de sus intereses, saben que eso no puede ser así. Y Marx, que también sabía algo del tema, tampoco lo creía”

-Durante los últimos cuarenta años las mutaciones de la economía política mundial apuntan a diversos factores: derrumbe de la URSS, desaparición del patrón oro, “liberalización” del comercio y las finanzas internacionales (Consenso de Washington, OMC, etc.), procesos de “financiarización” de la Economía Mundial, globalización (no obstante, parcial) de las tecnologías de la información y la comunicación, entrada de China en la OMC, crisis de los “dragones asiáticos”, etc. ¿Cómo han afectado todas esas circunstancias a la economía sudamericana? ¿Cuál ha sido la influencia del FMI y el Banco Mundial en la llamada década perdida de esta región?
América latina, tras la crisis de la década de los ochenta, inició una profunda restructuración económica mediante la implementación de los conocidos como “programas de ajuste estructural”, bajo la condicionalidad impuesta por las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional). Después de un intento industrializador, lo que fue la expresión periférica del modelo de acumulación nacional de la etapa de Bretton Woods en las economías avanzadas, la (neo)liberalización económica se lleva a cabo a partir de una crisis en un contexto de amplias reconfiguraciones en el capitalismo mundial.
En los ochenta el giro neoliberal que impulsa Estados Unidos, ya iniciado con los gobiernos demócratas en los setenta y profundizado con la Admón Reagan en los ochenta, tuvo como consecuencia una recomposición económica y política a nivel mundial decisiva. La liberalización financiera y el alza de los tipos de interés permitieron atraer a EEUU gran parte de los capitales mundiales, lo que debilitó a los competidores europeo y nipón, desencadenó la crisis de la deuda externa en el mundo en desarrollo, incluidas algunas economías socialistas, lo que a su vez acabó con el proyecto del nuevo orden económico internacional. Para disciplinar a la periferia el BM y el FMI tuvieron un papel verdaderamente ejemplar, que permitió además, junto a las transformaciones tecnológicas, la externalización de ciertas partes del proceso productivo de las economías centrales en las que los trabajadores habían logrado importantes conquistas salariales. En este sentido, otro elemento fue la ofensiva contra las conquistas del trabajo logradas en las décadas anteriores. Por tanto, la introducción del neoliberalismo en América Latina se enmarca en este giro por el que Estados Unidos reafirma su hegemonía, y en el que la recomposición de las condiciones de valorización del capital se despliega en la economía mundial a partir de una presión sobre el modelo socialdemócrata, la periferia, los trabajadores y que, por extensión, acaba debilitando a las URSS.
El paquete neoliberal en la región latinoamericana ha beneficiado en primer lugar al capital, y así, en gran parte al de EE.UU. Las privatizaciones abrieron nuevos ámbitos de obtención de rentabilidad, las depreciaciones de los ochenta abarataron las importaciones para las empresas de las economías desarrolladas, así como la liberalización comercial, mientras que las reformas laborales (junto a las privatizaciones), facilitaron el ajuste salarial. Finalmente, y muy importante: la liberalización de los movimientos de capital permitió a EE.UU. acceder a nuevos fondos con los que financiar el déficit, que a la vez presionaría a la baja a sus tipos de interés y reafirmaría el papel del dólar en la escena mundial. Los ochenta fueron una década perdida para los trabajadores, pero no para el capital, ya que la prioridad de los países era acumular superávit comerciales para el pago de una deuda externa en gran parte ilegítima para quienes la estaban pagando.
Luego, en los noventa, una vez estabilizadas estas economías, la fijación de tipos de cambio fijo permitió que retornaran muchos capitales, si bien eran de corto plazo. Fueron atraídos por privatizaciones e inversiones especulativas, y con la garantía de poder ser repatriados, garantizando los gobiernos su convertibilidad en dólares. De esta forma América Latina pasó a reciclar capitales en busca de rentabilidad, al precio de crecientes déficit por cuenta corriente, por el auge de las importaciones y el pago de rentas de la inversión, financiadas con estos capitales “golondrina”. El resultado, una serie de crisis económicas, Venezuela en 1994, México en 1995, Brasil en 1999, Argentina en 2001-02, etc.
Posteriormente, América Latina inicia una fase de crecimiento pero con gran vulnerabilidad. A partir de las experiencias de las crisis de los “dragones asiáticos”, debe acumular muchas reservas, originando así un fabuloso movimiento de capitales de la periferia a Wall Street, y el crecimiento se basa en el auge del precio y la demanda de productos básicos de exportación, en gran parte por la demanda asiática (China), con una cierta desindustrialización que no obstante permite mantener niveles reducidos de inversión para lograr cierto crecimiento económico.

“Venezuela ha incrementado la dependencia del ingreso petrolero, sólo que afortunadamente ahora se canaliza en un gasto que beneficia a gran parte de la población”

-El petróleo venezolano es la principal fuerza de sustentación de la revolución bolivariana. ¿Cómo se ha desarrollado la economía venezolana del gobierno de Hugo Chávez en sus magnitudes macroeconómicas más importantes?
Así es: el petróleo en Venezuela es la base de sustentación del gobierno bolivariano, sobre el cual intenta llevar a cabo peligrosos equilibrios entre fuerzas opuestas. El primer aspecto es tener en cuenta que la empresa petrolera venezolana, PDVSA, a pesar de que es pública desde 1976, en realidad estaba al servicio del capital privado, incluso al margen del poder gubernamental. En los años noventa, aprovechando algunos resquicios legales, se inicia un proceso de privatización que sólo con la victoria de H. Chávez se logró revertir mediante la ley petrolera de 2001. Eso sí, al precio de una impresionante desestabilización por parte de las fuerzas opositoras, tanto por el golpe de Estado de abril de 2002 como el paro petrolero de finales de ese año y comienzas de 2003.
Venezuela ha incrementado la dependencia del ingreso petrolero, sólo que afortunadamente ahora se canaliza en un gasto que beneficia a gran parte de la población. En otras palabras, el ingreso petrolero, favorecido por el incremento del precio de la última década, se ha erigido en el alambre por el que camina el gobierno, hasta ahora con medidas en puridad reformistas, y que le permite no agudizar el conflicto de clases.
Pero tengamos en cuenta diversos elementos de continuismo que evidencian carencias a superar, ya que bajo el gobierno bolivariano ha descendido la participación del sector público en el PIB, y, al igual que sucede en otras economías hispanoamericanas, también en cuanto a la industria manufacturera, junto a una disminución del número de empresas y de las inversiones. Al mismo tiempo, en términos reales (sin considerar el efecto de la inflación), el crecimiento del sector privado ha sido superior al correspondiente al sector público, pero también es cierto que las empresas públicas han ido teniendo una presencia mayor en sectores considerados estratégicos y que requieren grandes inversiones de capital, como la industria pesada y petroquímica, junto a la relacionada con la actividad petrolera, y que el sector público ha aumentado su participación en la inversión (formación bruta de capital fijo). Venezuela sigue dependiendo, pues, de la exportación de crudo, por lo que reproduce su inserción primario exportadora, pero también la necesidad de importar tanto bienes de consumo como los elementos de los medios de producción, por lo que tanto la reproducción de la fuerza de trabajo como el proceso de acumulación reflejan la inserción dependiente en la economía mundial.
Al mismo tiempo, y a pesar de que los salarios reales no han experimentado grandes cambios, se ha incrementado de manera formidable el gasto social, lo que ha permitido reducir la desigualdad y la pobreza. Creo que la democratización de la sociedad, su politización, la política exterior anti-imperialista y la implementación de una política social con vocación universalista, constituyen las líneas fundamentales de ruptura de la Revolución bolivariana.
Como se puede ver, hay elementos muy contradictorios, y el análisis de este período requiere serenidad para dilucidar lo que constituye responsabilidad del gobierno y lo que se deriva de elementos exógenos sobre los que no tiene capacidad de decisión.

“En Venezuela las librerías privadas están plagadas de libros contra Chávez; uno puede leer periódicos y ver programas de televisión con mensajes incendiarios contra el gobierno y votar a candidaturas opositoras…curiosa dictadura ésta”

  
-En las últimas elecciones venezolanas los observadores internacionales han reconocido taxativamente la transparencia del proceso. ¿Qué opinas de la campaña llevaba a cabo desde los medios de comunicación más importantes de España contra Chávez- en particular- y la Revolución Bolivariana- en general-? ¿Qué podrías comentarnos del llamado Poder Electoral de Venezuela? Por último, ¿qué valoración realizas de la senda hacia el “socialismo” de este país?

La campaña de los medios de comunicación respecto de Venezuela ha alcanzado cotas de manipulación verdaderamente asombrosas. Al margen de la valoración que nos merezca, lo que está claro es que posee una legitimidad de la que carecen muchos otros gobiernos, como por ejemplo el español. Y es que antes de abordar cambios en la esfera de la política económica el gobierno puso el acento en  la regeneración democrática, mediante la convocatoria de una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución que recibió un voto mayoritario. Y no olvidemos que cuando años después el gobierno intento modificarla, perdió la consulta, lo que demuestra una gran y positiva politización social, en el sentido del creciente compromiso con las cuestiones políticas, y que el gobierno debe hacer bastante autocrítica ante una sociedad que ya no es la masa  pasiva del régimen anterior. Porque actualmente se ha ido avanzando en el concepto de ciudadanía, mientras que bajo el régimen anterior de la IV República existía un abismo entre la población trabajadora y el gobierno. 
Sin embargo, el conjunto de medios de comunicación, sean de centro izquierda o de derechas, mantiene una ofensiva radical, para la que no duda en saltarse cualquier norma deontológica. La cuestión es que, más allá de los cambios que se hayan implementado, las proclamas abiertamente revolucionarias del gobierno y gran parte de la sociedad generan cierto pánico, y ver que el ejecutivo no ha sido uno de esos gobiernos de la historia venezolana que, mientras ganaban elecciones, por la puerta de atrás negociaban con el FMI hacer todo lo contrario (como hizo Carlos Andrés Pérez, el gran amigo de Felipe González, en las elecciones de 1989), ha hecho sentir pavor a los grandes grupos empresariales. Cualquiera que haya viajado por América Latina puede constatar que el sentimiento de aquella región es muy diferente al de Europa, y lo que ocurre en un país es sentido de manera profunda en el resto. Las clases altas del continente, pues, asisten temerosos a que sus respectivos cortijos (pues tal es la idea que poseen los poderosos) se vean amenazados por nuevos fenómenos bolivarianos. Los “golpes” llevados a cabo en Honduras y Paraguay constituyen buenos ejemplos de este proceder preventivo de las clases altas.
Pero hay que aclarar que en Venezuela las librerías privadas están plagadas de libros contra Chávez; uno puede leer periódicos y ver programas de televisión con mensajes incendiarios contra el gobierno, y votar a candidaturas opositoras…curiosa dictadura ésta.
Respecto al poder electoral, creo que vale simplemente señalar que el Instituto del ex presidente estadounidense James Carter ha elogiado al sistema electoral y ha reconocido que es uno de los más avanzados del mundo. Si alguien así lo dice, creo que poco se puede añadir al respecto.
Y finalmente, en relación a la senda hacia el socialismo, hay que dejar claro que Venezuela es un país capitalista, y como tal, sujeto a las leyes de funcionamiento de este sistema. El sector privado es el gran protagonista de la actividad económica, obtiene buenos beneficios, si bien ha caído el ingreso relativo de los más ricos, y la dinámica salarial se supedita a las exigencias de la acumulación privada. Cualquier análisis debe partir de esta realidad evidente. Luego, a partir de ahí, podemos aludir a las reformas democráticas, indudables, las nacionalizaciones realizadas de sectores estratégicos, el control de capitales, la política social, etc. Por ahora el socialismo está presente en los discursos y la simbología, mientras que en las relaciones de producción sólo de manera muy marginal pero incipiente en las empresas de producción social. El peligro es que la revolución se detenga y no avance, dinamitando la necesaria convergencia entre el imaginario de ilusión transformadora que se cultiva, con las prácticas y el sistema económico que se construye. De todas formas, si algunos ladran, es que algo se avanza.

“La política exterior de Cuba es ejemplar. Destaco el apoyo a la Revolución Bolivariana, que directamente ha hecho abrir los ojos a muchos marginados mediante el envío de médicos y la silenciada labor humanitaria con Haití, frente a la propaganda de las grandes potencias capitalistas”

-En relación con Cuba, punto de ignición- de algún modo- en el continente iberoamericano del llamado “socialismo del siglo XXI”, dinos: ¿qué efectos desde 2007 ha tenido sobre la economía cubana la actual crisis en la que estamos inmersos?
Cualquier recesión en la economía mundial tiene consecuencias graves en la isla, a pesar de lo cual ha demostrado, sobre todo tras los acontecimientos de los primeros años noventa, una gran capacidad de resistencia. Cualquier análisis de este país es sumamente complejo. No obstante, me limito a unas breves reflexiones.
En primer lugar, es un país no desarrollado que afronta una agresividad externa con importantes pérdidas económicas para el país.
Los costes de las crisis en Cuba son compartidas de una forma cualitativamente diferente a cualquier otro país. Pensemos en las consecuencias que hubiera tenido en un país vecino el cataclismo de 1989-91, junto a los efectos adversos del bloqueo económico. Y con todo, tiene niveles muy importantes de gasto social.
Las reformas, aunque se dirigen al mercado, están pilotadas por el Estado, por lo que no desaparece el horizonte socialista.
El triunfo del movimiento chavista ha supuesto un gran alivio para Cuba, ya que ahora dispone de una gran aliado, con petróleo, además de un eje en el que están Bolivia, Ecuador, otros países menores como Nicaragua, y un gigante regional, Brasil, con una política exterior que busca espacios de autonomía respecto del vecino imperialista del norte, y que por ello contiene elementos progresistas interesantes.
Pese a todos los pesares, la política exterior de Cuba es ejemplar. Destaco el apoyo a la Revolución Bolivariana, que directamente ha hecho abrir los ojos a muchos marginados mediante el envío de médicos (y muchos oftalmólogos) y la silenciada labor humanitaria con Haití, frente a la propaganda de las grandes potencias capitalistas.
Hay que señalar el elevado grado de democracia en los niveles locales y provinciales de la isla, con sufragio a candidatos que no postula el partido, sin la demagogia publicitaria a que estamos acostumbrados en otros lugares, y  a diferencia de las democracias cada vez más vacías de contenido que vemos no sólo en Hispanoamérica, sino en el mundo entero. En los grandes niveles, no se puede votar a otros partidos, sí, pero como sucede en cualquier otro país, los cambios sustanciales exigen profundas convulsiones sociales, por lo que no debemos identificar democracia con pluripartidismo. El ejemplo a nivel institucional más evidente puede ser el de México. 
Finalmente, no podemos dejar de realizar críticas, ni permitir que el bloqueo u otros factores nos tapen la visión. La defensa del ejemplo que constituye Cuba para la clase trabajadora mundial no es óbice para defender la libertad de expresión y cuestionar cualquier aspecto. Eso sí, con una adecuada contextualización de los fenómenos, lo que no es fácil. Por tanto, defensa de Cuba y su Revolución, pero al mismo tiempo, autocrítica constructiva.

“EE.UU. actúa como el banquero del mundo. Su poder se ha erosionado, pero sigue siendo la potencia política dominante”

-El pasado verano el gobierno argentino de Cristina Kirchner decidió “nacionalizar” la empresa YPF contra los intereses de la petrolera Repsol, empresa originariamente española,  pero cuyo accionariado es mayoritariamente extranjero. Constatamos que los intentos de identificación entre los intereses de la empresa, su accionariado y los españoles en su conjunto, al margen de la dialéctica de clases, han resultado verdaderamente torticeros y mistificadores, pero muy constantes. No obstante, no es de extrañar que un Estado capitalista defienda lo que considera los intereses de las empresas privadas ligadas al mismo (incluso los sindicatos españoles mayoritarios- CCOO y UGT- advirtieron que la “nacionalización” de la filial argentina YPF crearía incertidumbre en el empleo de los trabajadores españoles). Vivimos un momento actual de cruces accionariales, intereses no tan cruzados entre las élites político-económicas-mediáticas, de creación de  empresas internacionales y transnacionales… ¿cuál es tu enfoque del asunto? ¿Cómo crees que debe reflexionar y pensar este acontecimiento la izquierda español marxista?

La actuación del gobierno español es lógica en el marco de la geopolítica internacional. Actúa como lo haría cualquier otro gobierno, defendiendo sus empresas. Ello demuestra que las corporaciones privadas tienen patria (en lo que me refiero al auxilio que buscan y reciben de ciertos gobiernos, no en cuanto a aspectos más nobles, claro), y que los Estados tienen un papel importante, por más globalización que exista. Y también, que el neoliberalismo y el libre mercado requieren siempre del intervencionismo estatal, frente al trabajo e inestabilidades exógenas. No existe una contraposición entre neoliberalismo y el Estado: el Estado crea el mercado y establece las condiciones pertinentes para la acumulación capitalista.
Lo que sí requiere la implantación del neoliberalismo es una intervención estatal de acuerdo a las necesidades de la empresa privada. Y si una crisis hace tambalear los cimientos sistémicos, tampoco hay problema en contradecir las proclamas teóricas de los neoliberales, porque no es lo relevante, al fin al cabo, el marco justificativo de la retórica apologética. Al mismo tiempo, creo que la izquierda debe establecer un mensaje crítico que muestre el carácter de clase del Estado.
Mi posición en esta cuestión era la de respetar la decisión soberana del gobierno argentino, promovida por amplios sectores sociales, y criticando la identificación de los intereses empresariales con los nacionales. No obstante, también es cierto que en el marco de sistema actual el logro de soberanía nacional como elemento de base para elaborar un proyecto de ruptura exige disponer de cierto desarrollo productivo, y en el marco capitalista ello pasa por un tejido empresarial desarrollado. Además, lo que ha ocurrido, como en cualquier caso ya sabíamos que podía ocurrir, era que esto significaba un cambio de manos, pues el gobierno de Cristina Fdez ha pasado a negociar con chinos y norteamericanos. A pesar de lo cual, creo que lo acertado es defender la nacionalización de los sectores estratégicos como palanca para la defensa de la soberanía nacional y la conformación de un proyecto radical de transformación.
En esta cuestión la izquierda española ha defendido la expropiación, y sólo algunas voces como las de Joaquín Arriola han sido críticas al respecto. Yo no he compartido la opinión de este último sobre el presente tema en cuanto a la respuesta final del sí o no, pero al mismo tiempo sí creo que por el camino el razonamiento del compañero Arriola está varios pasos por delante de la izquierda dominante en este país. Es decir, entiendo que se pueda señalar que para este viaje por EE.UU. y China, tampoco valían ciertas alforjas nacionalizadoras para agradar, quién sabe, a ciertas bajas pasiones antigalleguistas de los argentinos. No obstante, creo que un posicionamiento de la izquierda en defensa de Repsol conduce a la utilización interclasista de los mensajes patrioteros que resultan más negativos que una visión internacionalista que parta de una concepción política global, en la cual el estado de conflicto social en el país que nacionaliza, Argentina, es ciertamente importante, además contra el discurso patriótico de estos herederos peronistas, lo que es muy valorable. De hecho, hace poco estuve unos días en Buenos Aires y, además de constatar la tradicional división de la izquierda transformadora, pude observar un conflicto muy intenso.

“El gobierno de R. Correa es un gobierno con elementos progresistas importantes, pero no tiene el significado de lo que está aconteciendo en Venezuela”

Volviendo a las cuestiones internacionales, ¿cuál es tu balance sobre las políticas de Ecuador durante los gobiernos de Rafael Correa? ¿Tienen algo que aprender de su gestión de la deuda pública los denominados PIGS?

El gobierno de R. Correa es un gobierno con elementos progresistas importantes, pero no tiene el significado de lo que está aconteciendo en Venezuela.
Como en el caso de otras experiencias de izquierda, el movimiento que aúpa al poder al presidente Correa ha tratado de avanzar en la democratización del país, transformar la estructura productiva para alterar las condiciones de inserción dependiente en la economía mundial y paliar las grandes desigualdades de ingreso. La Constitución de 2008 supuso un avance importante al establecer la posibilidad de expropiar tierras improductivas, eliminar la autonomía del Banco Central, y poniendo así la política monetaria bajo rectoría estatal, decretar la ilegalidad de la deuda externa, prohibir contratos con cláusulas de arbitraje internacional (lo que va en desmedro de la soberanía nacional y a favor del poder del capital transnacional y sus representantes, las instituciones multilaterales), así como el establecimiento de bases militares extranjeras en territorio nacional.
Por otra parte, son muchos los elementos de continuismo. En la esfera económica, y como sucede en otros países con gobiernos progresistas o conservadores de la región, se ha profundizado la inserción primaria exportadora. Es decir, se sigue con el modelo extractivista, limitando el desarrollo de la industrialización, junto a una expansión de las ramas de servicios. En el caso de los hidrocarburos, en 2006 se inicia un giro hacia la denominada “soberanía energética” con el propósito, precisamente, de recuperar la soberanía sobre el petróleo, frente al retroceso que supuso el programa neoliberal anterior, impulsado con la llegada al poder de R. Correa y la promulgación de la mencionada Constitución en 2008. Aun reconociendo avances indudables en cuanto al control de la actividad y la percepción del ingreso petrolero, persisten continuidades alarmantes. Véase el caso del ministro de Recursos Naturales No Renovables, Wilson Pastor, uno de los responsables de los contratos de servicios firmados en los años del ajuste neoliberal de los ochenta, en beneficio de las transnacionales. Posiblemente, los peores para los intereses de la nación. Y nuevamente, con el gobierno de Correa, se vuelve a esa modalidad que, al margen de elementos positivos, lo cierto es que existen denuncias por el negocio que están haciendo las corporaciones privadas, a las que se las reconocen costos exagerados que suponen ingentes beneficios. Por otra parte, la política de subsidios sobre los productos de este ámbito es socialmente bastante regresiva, beneficiando a los sectores más pudientes, y el limitado desarrollo de la industria implica la dependencia de importaciones de derivados, lo que constituye una fuga de ingresos.
Un apunte añadido. La campaña de Alberto Acosta, economista e investigador del prestigioso Flacso, gran intelectual de izquierdas y a quien pude conocer personalmente en Quito, que anteriormente fue aliado del presidente Correa, demuestra ciertas carencias del proyecto y el empuje de las bases hacia un giro más rupturista por la izquierda.

 “El capital germano desea que el euro rivalice con el dólar, lo cual requiere en primer lugar estabilidad monetaria, y un mercado financiero que proporcione seguridad y gran liquidez. Por estas razones, tanto la Reserva Federal norteamericana como el BCE supeditan cualquier consideración social a la estabilidad monetaria y al rol de sus divisas. Sólo que como ésta representa al poder imperial dominante, se puede permitir una menor ortodoxia, lo cual también refleja la importancia de tener detrás un Estado y un aparato militar que sirva de sostén de la moneda

-Uno de los grandes problemas del Imperio norteamericano es su doble déficit, el fiscal y el de la balanza de pagos: el llamado déficit gemelo. Si se nos permite la pregunta retórica: ¿cómo es posible que no se hunda este país? Algunos economistas explican su recurrencia por la prevalencia del dólar en la mayoría de transacciones comerciales y financieras; otros, se basan en la masiva compra de bonos por parte de los chinos; terceros, en la productividad económica obtenida por las empresas tecnológicas punteras, etc. ¿Qué podrías señalar sobre esta cuestión?

Como bien dices, un país que emite la moneda de reserva internacional, como todavía es el dólar, aunque compartiendo protagonismo con otras divisas, dispone de importantes privilegios. No olvidemos que la liberalización financiera que impulsa EE.UU. en los años setenta del pasado siglo tenía entre otros objetivos asegurar su posición hegemónica mediante el restablecimiento del poder del dólar, en aquellos años muy amenazado.
En estas condiciones, EE.UU. actúa como el banquero del mundo. Simplificando, tiene una capacidad extraordinaria de importar, lo cual financia emitiendo moneda que es aceptada por el resto de agentes. El papel central del dólar asegura una demanda internacional, tanto de países, los no desarrollados sobre todo, que necesitan acumular reservas para atraer financiación externa y adquirir las mercancías que requieren, como las empresas privadas. Esta demanda implica la capacidad de recibir muchos capitales a bajo coste, pues las adquisiciones foráneas de activos denominados en dólares presionan a la baja los tipos de interés. Wall Street es un mercado líquido y seguro, pero no proporciona una gran rentabilidad. De ahí que muchos se decantaran por los activos titulizados. Por otra parte, las multinacionales norteamericanas pueden así financiar sus inversiones en el resto del mundo, lo que las proporciona una gran ventaja competitiva.
Así podemos entender además el proyecto de la eurozona. El capital germano desea que el euro rivalice con el dólar, lo cual requiere en primer lugar estabilidad monetaria, y un mercado financiero que proporcione seguridad y gran liquidez. Por estas razones, tanto la Reserva Federal norteamericana como el BCE supeditan cualquier consideración social a la estabilidad monetaria y al rol de sus divisas. Sólo que como ésta representa al poder imperial dominante, se puede permitir una menor ortodoxia, lo cual también refleja la importancia de tener detrás un Estado y un aparato militar que sirva de sostén de la moneda.
De todas formas, el centro de la acumulación de capital va gravitando hacia el área asiática y las economías denominadas emergentes están teniendo un gran crecimiento que originará un requilibrio del poder a nivel mundial. El poder de EE.UU. se ha erosionado, pero por ahora es la potencia dominante.

“La crisis no es producto de elementos exógenos al modo de producción, como la naturaleza humana (el egoísmo de los banqueros, tan mencionado por la izquierda inocente), la política económica del gobierno, las alzas salariales logradas por los sindicatos o de los precios de ciertos productos impulsadas por los malvados jeques árabes”

-Tras agradecerte esta magnífica entrevista, prolija en datos empíricos y densa en presupuestos teóricos, una última pregunta de índole general: ¿consideras que sigue siendo clarificadora la teoría marxista de las crisis económicas? ¿Serías tan amable de resumirla en oposición a las teorías económicas alternativas más destacadas?

La especificidad del análisis marxista de la crisis radica en su concepción de la misma como un momento necesario del proceso de acumulación, y que brota de las propias contradicciones sistémicas. No es producto de elementos exógenos al modo de producción, como la naturaleza humana (el egoísmo de los banqueros, tan mencionado por la izquierda inocente), la política económica del gobierno, las alzas salariales logradas por los sindicatos o de los precios de ciertos productos impulsadas por los malvados jeques árabes.

Según Marx, la crisis deriva de la ley del valor, es decir, de una producción orientada a la obtención de beneficios en la que el trabajo asalariado es la sustancia del valor. La dinámica de acumulación se manifiesta con una tendencia hacia la progresiva mecanización del proceso productivo, fundamento de la mejora de la productividad y la reducción de los costes salariales, pero que al mismo tiempo socava la fuente del excedente, que es el plustrabajo del obrero. De ahí la famosa “Ley de la tendencia descendente de la tasa de beneficio” que expone en el Libro III de El Capital. Pero no olvidemos que la ley incluye sus contratendencias, aunque la exposición de Marx en el apartado correspondiente no me parece muy atinada. Este análisis de Marx, aclaremos, se corresponde con un cierto grado de abstracción propio del conjunto del modo de producción. Si queremos analizar situaciones concretas, debemos incorporar diversos elementos al análisis, los cuales desarrollan estas pautas generales, pero no las contradicen. De hecho, el último ciclo de expansión posee ciertas particularidades que suponen que las pautas generales del crecimiento económico no se hayan constatado. Así, el estancamiento de la relación capital-trabajo (algo así como la composición técnica en la jerga marxiana), la regresividad de la evolución salarial o el auge especulativo constituyen fenómenos específicos que han llevado, lamentablemente, a muchos marxistas a recurrir a otras explicaciones. Por eso pienso que es necesario un trabajo teórico y empírico para seguir desarrollando lo que constituye una teoría abierta, inacabada, y que en gran medida está esbozada en borradores.
Así, en la época actual debemos incorporar algunos elementos al análisis del proceso de acumulación mundial. Por resumir, diría, en primer lugar, que debemos considerar las consecuencias de la incorporación de áreas anteriormente de carácter socialista (dejando el debate sobre el término más adecuado) al ámbito de la lógica de valorización capitalista. Esto ha abierto un fabuloso campo para la extensión del crecimiento económico, y sobre todo por cuanto ha supuesto un gran aumento de la mano de obra a nivel mundial, más que de medios de producción. Sin embargo, resulta clarificador que en estas condiciones tan propicias para el capital, y con las derrotas añadidas del movimiento obrero (la primera, la desaparición de la URSS) los resultados económicos sean tan mediocres. Además, en segundo lugar es preciso aludir a la contradicción creciente entre el desarrollo productivo y el rígido y negativo marco de relaciones de producción, y que se hace visible por la incapacidad del marco neoliberal de generar incrementos en la capacidad productiva, que desciende en las últimas décadas, aunque se hable tanto de tecnologías de la información y la comunicación (las TIC). Y en tercer lugar, el enfoque marxista debe fortalecer el análisis del papel de las finanzas en el proceso de acumulación, mostrando su relación con el cambio tecnológico, la inversión y el crecimiento, para incorporar las nuevas formas de gestión empresarial y productos financieros como los derivados en el marco de las tendencias básicas de la acumulación. Por ello, debemos explicar a partir de la lay del valor las dinámicas especulativas, que, no lo olvidemos, también estaban presentes en la época de Marx. En sus análisis coyunturales sobre ciertas crisis mencionaba la especulación en la bolsa vinculada a la construcción del ferrocarril, por ejemplo la de 1843-45.
En relación a la validación o no de una teoría, hay que ser cuidadosos, tanto para mostrar pretendidas verificaciones empíricas como para lo contrario. Yo creo que la validez analítica del enfoque marxista se manifiesta desde una perspectiva temporal de largo plazo atendiendo a las tendencias básicas de lo que constituye su objeto de estudio, el sistema capitalista mundial. Así, la constatación de que las crisis aparecen recurrentemente proporciona una primera prueba de lo que sí supone una apuesta verificable del marxismo. Y al mismo tiempo, la persistencia de las crisis implica un misil en la línea de flotación de los enfoques ortodoxos. Pero ellos no tienen problemas, los manuales de economía que patentan ni siquiera se molestan en incorporar una sección al fenómeno de la crisis, y cuando la realidad no cuadra con sus postulados, hablan de paradojas o realizan la estrategia del avestruz: ignorar la crítica.  
Asimismo, vemos que un poco antes de que aparezcan las crisis, ocurre un estancamiento o caída de los beneficios empresariales que origina un desplome de la inversión empresarial. Este hilo causal que va de la rentabilidad, sigue por la acumulación y desemboca en el crecimiento o crisis creo que es muy significativo al respecto. Y además, se puede constatar que la acumulación de capital se manifiesta bajo un incremento de la dotación de medios de producción por trabajador en el largo plazo, fundamento de las mejoras de productividad. Sobre ambos fenómenos existe una gran evidencia empírica en las investigaciones de economistas marxistas.
Bueno, y por añadir algo respecto de la teoría laboral del valor (me explico, el trabajo como fuente del valor), considero a su vez que una de las pruebas más claras de la validez de propia la ley del valor de Marx se puede encontrar en lo que sucede en las huelgas generales. Si los economistas neoliberales estuvieran en lo cierto, el día que los trabajadores deciden ausentarse de su actividad laboral, el resto de factores productivos, que para la ortodoxia es la tierra y el capital (entendido como una cosa material), si bien cada poco tiempo aparecen nuevos factores productivos como la destreza, etc., podría seguir generando riqueza. Además, como la soberanía reside en el consumidor, los trabajadores podrían seguir incidiendo, y gobernando, el proceso económico. Sin embargo, la feroz oposición de la patronal indica que detrás del discurso del papel del empresario, los consumidores, las curvas de oferta y demanda y todos los equilibrios que contienen sus ecuaciones, lo que se encuentra es un discurso apologético de sus intereses económicos que pretende ocultar el origen del beneficio, el trabajo excedente del obrero.
Por lo expuesto, es vital aprender del análisis de Marx, y que logremos reconquistar espacios en la universidad. Es una batalla en el ámbito de la teoría absolutamente vital, por ejemplo, para enfrentar los desvaríos infantilistas de la izquierda actual (pero esto es otra historia).
En este sentido, el Diploma de Formación Continua sobre el análisis marxista de la economía mundial que algunos investigadores vinculados al dpto. de Economía Aplicada I de la Universidad Complutense de Madrid venimos realizando desde hace dos años creo que importantísimo, y se puede realizar en modalidad online.  

*Esta entrevista ha sido organizada y coordinada gracias a la inestimable colaboración de Guillermo Pérez Álvarez, representante de la Asociación Cultural Laso Prieto.









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